El risus paschalis y el fundamento teológico del placer sexual
¿Existe una teología del placer sexual? ¿Es el placer del orgasmo genital un camino para aproximarse a la esencia de Dios? La ortodoxia cristiana ha negado durante siglos el papel de lo carnal en el desarrollo del ser humano, pero, en el propio seno de la teología una voz de mujer se ha alzada para sacudir las teorías mas tradicionales. ¿Es el goce del cuerpo algo que deteriora a bien la participación en la misma Trinidad?
Búsqueda
La antropóloga y doctora en teología, María Caterina Jacobelli, de la severa y conservadora Universidad de Letrán de Roma, escarbando en la historia del cristianismo con una nueva mirada ha descubierto que durante casi doce siglos en la Iglesia católica y protestante -es decir, en las iglesias cristianas-, los sacerdotes y pastores han celebrado la alegría de la Pascua de Resurrección en templos y catedrales con ritos eróticos y hasta obscenos.
Una práctica que se completa en cierta medida con las decoraciones de muchas iglesias católicas en las que existen pinturas y esculturas que exaltan el pene y la vagina y representan escenas abiertamente eróticas y hasta pornográficas que dejarían el Kamasutra al nivel de una lectura piadosa.
¿Es verdaderamente cristiano el desprecio por el cuerpo y el sexo, tal como se predica en el catolicismo desde hace siglos? ¿Es el sacrificio o más bien el placer y sobre todo el placer sexual la característica más honda del dogma cristiano de la resurrección?
Un modelo
Los sacerdotes, desde el púlpito o desde el altar, durante la misa de Pascua de Resurrección, representaban escenas obscenas como la masturbación o la imitación del parto de un ternero para divertir a los fieles con el llamado risus paschalis, es decir risas pascuales.
Un rito que se acompañaba de chistes eróticos, en el más estricto sentido de la palabra "obsceno" que significa originariamente “lo que está en contra”, es decir, “lo que pone en crisis al grupo”.
Su trabajo surgió de dos ideas que podrían parecer heterogéneas: la primera fue la lectura casual, de un libro de V.J. Propp, Edipo a la luz del folclor. Cuatro estudios de etnografía histórico-estructural”.
En dicho libro, de pocas páginas, rigurosamente documentadas, “se hablaba de un hecho curioso y desconcertante acaecido en Alemania en el siglo XIV: durante la misa de pascua, el predicador decía y hacía cosas sucias desde el altar, llegando a enseñar sus órganos genitales para hacer reír a los fieles. Lo llamaban risus paschalis. Junto a tal descubrimiento, la teóloga empezó a reflexionar también acerca de la mentalidad “tan arraigada entre los católicos” que “el placer es algo malo, que deteriora, y que es mejor el sacrificio. Que al cuerpo era mejor ofrecerle palos que placer”.
Se trataba, de la clásica “demonización del placer, sobre todo el sexual, y de la exaltación de la mística del sacrificio que nos han inculcado desde niños". Y se hizo dos preguntas: lo mismo que la iglesia ha creado una "teología de la cruz", "no sería posible elaborar "una teología del placer?"
Y hace una afirmación clarificadora: "Si los cristianos fueran coherentes con su fe en la resurrección", quitarían todos los crucifijos de las paredes de sus casas y los sustituirían por una imagen del resucitado".
Ritos desconocidos
Recorriendo las bibliotecas europeas buscando material sobre el curioso tema de las risas pascuales y estudiando teológicamente el problema, estos ritos -para muchos son aún desconocidos porque la Iglesia no ha querido darles publicidad, habían sido analizados como "restos del paganismo".
Lo que parece absurdo, porque después de todo se trata de una practica que se ha mantenido durante doce siglos, casi hasta nuestros días. Y empezó a pensar que quizás este tipo de rituales, "bajo la apariencia de meras tradiciones culturales que revelaban la fragilidad humana", escondían un "fundamento teológico".
Se pregunto si aquel risus paschalis no podía ser "signo de una teología del placer, y, por tanto, también del sexual, que es una de las formas supremas del placer".
A partir de ahí investigó con los procedimientos de la teología y de la antropología, buceando en la Biblia, en los padres de la iglesia, en la mitología y en las regiones orientales. Notando como la Iglesia oficial prefiere siempre que se hable de "gozo", de "felicidad", de "alegría", antes que de "placer".
Al descubrir que durante la misa de pascua los sacerdotes, para alegrar a sus fieles, les hacían "gozar" interpretando escenas eróticas y contándoles chistes pornográficos, fue si aquello no habría sido la demostración que el pueblo, "con el sentido innato de la fe", se rebelaba contra la doctrina de la jerarquía.
Aquel fenómeno, quizás desconcertante, de las risas pascuales, bajo sus apariencias de obscenidad, fue un fenómeno con "profundas raíces" en las costumbres eclesiásticas durante doce siglos defendido por teólogos de la altura de Wofgan Capito y hasta por algunos obispos; la gente apreciaba mucho aquel modo de actuar "obsceno" de los curas de entonces para hacerles reír, al que se añadían la imitación de las voces de animales, de personajes grotescos, los chistes escabrosos, los gestos irreverentes, las ofensas al pudor, la imitación del acto sexual y hasta del homosexual.
Y todo ello, al mismo tiempo, siempre relacionado con lo sagrado, sobre todo en las fiestas de la vida como la pascua, la navidad, los santos patronos.
Una practica que dura desde el siglo VIII hasta el siglo XVIII. La expresión de la "risa" unida a la de "placer sexual" se puede encontrar en no pocos pasajes de la biblia, donde se habla muchísimo de "placer", y explica que es muy significativo el que tanto el inicio de la historia de la humanidad como el de la historia de la salvación se realicen bajo el signo del placer. Adán, que en el "alba de la vida grita de placer ante Eva... Tú eres carne de mi carne", y Sara, que expresa su duda de poder tener un hijo siendo ya anciana, poniendo el acento sobre el placer: "¿Justo ahora que soy vieja voy a probar el placer?". Y añade que Isaac significa "hijo de la risa y del placer".
Aquella desconcertante risa pascual, bajo "su desnudez ideográfica", podría esconder un "proyecto de teología del placer" que es necesario "decodificar". "¿No será el placer sexual la expresión más apta para captar en profundidad la alegría de la resurrección?". Para llegar a una conclusión, y es la que el placer del abrazo sexual, el éxtasis de la unión genital entre el hombre y la mujer, podría resultar "teológicamente" el mejor instrumento que el ser humano, "misterio de encarnación", tiene para penetrar el misterio mismo de Dios.
Liberación
Nadie tiene miedo de hablar teológicamente de "alegría, gozo, felicidad", porque se consideran "placeres intelectuales, espirituales", y nadie se escandaliza que puedan ser "expresión de la divinidad", pero pocos están dispuestos a aceptar que también, y probablemente más aún, el "placer sexual" sea el lenguaje más expresivo para explicar el misterio de la Liberación de la esclavitud del hombre por Dios.
Será posible que no exista “una chispa de divinidad” experimentada en la tierra en el placer completo de la sexualidad? Santo Tomás afirma que “el placer es más intenso en la medida en que es más pura la naturaleza y más sensible el cuerpo".
Probablemente la diferencia entre la felicidad de la gloria inmortal y el "placer sexual" vivido en el éxtasis supremo del orgasmo sea que "aquí" es "sólo temporal" y que "allá", será sin medida y con una naturaleza más pura y un cuerpo resucitado aún más sensible y, por tanto, aún más intenso. Pero la sustancia de "placer" sería la misma, es decir, "sexual".
Concilio II
Ya en el Concilio II de Constantinopla, en el que se usó por vez primera el termino "persona" en la definición trinitaria, quedó también señalado indirectamente "como el hombre puede ser la imagen de Dios en su fisicidad sexuada", ya que "Dios mismo es pura relación, es trino, es amor ofrecido -recibido- participado". Y "ningún acto humano involucra tan intensa y completamente a la persona como el acto sexual, y cuando dos amantes se separan llevan en sí la fuerza creadora que ha brotado de aquel encuentro".
Existe una distancia abismal entre este modo de ver bíblico y trinitario del amor sexual "y la miserable definición del matrimonio como remedio de la concupiscencia que ha atravesado los siglos".
Tampoco se puede decir que los "niños" son el fruto del amor y del placer sexual, porque la concepción "es independiente de la voluntad de los amantes" y porque constreñiría la enorme dimensión creativa del amor "en los estrechos límites de un hecho biológico”.
"El problema de fondo es éste... ¿es posible que el hombre, en su realidad concreta total, y, por tanto, en su sexualidad, en su deseo, en su placer, sea imagen de un Dios, trascendente?", si es así, "habríamos encontrado el por qué de la presencia del placer sexual en la esfera de lo sagrado".
.