Feliz Navidad
Yo Soy, El Yo Soy - (activa tu centro, pituitaria-pineal)
Yo Soy, El Yo Soy - (activa
tu centro, pituitaria-pineal)
No hay otra redención para la
humanidad que el reconocimiento de su divinidad.
Vosotros sois las semillas de
ese entendimiento. Todo lo que penséis, todo lo que entendáis, eleva y expande
la conciencia en todas partes. Y cuando vivís lo que habéis comprendido,
enteramente por el bien de vuestra propia vida, permitís que otros vean en
vosotros un proceso de pensamiento más sublime, una comprensión mayor, y una existencia
con más sentido que la que ellos ven a su alrededor.
Cuanto más grande es tu deseo
de amar lo que eres y vivir en el conocimiento, el Dios que rodea tu ser abre
más y más tu cerebro. Entonces eres más que tu cuerpo; te conviertes en aquello
que te mantiene unido.
Cada uno de vosotros ha
llegado en su aprendizaje de Dios en la forma limitada de la materia, hasta
donde su capacidad se lo ha permitido. A lo largo de tus muchas vidas sobre
este plano, has experimentado todos los elementos de este paraíso creado por tu
propia y extraordinaria creatividad. Y a través de esa experiencia has
aprendido todo lo que hay por saber de los valores del pensamiento limitado del
Dios-hombre viviendo en la realidad de rebaño de la conciencia social.
Ya has aprendido lo que es el miedo y la inseguridad, la tristeza, la furia, la
avaricia. Has aprendido todo sobre los celos, el odio y la guerra. Ya has
aprendido acerca de la muerte. Ya has aprendido, en verdad, sobre tu
alejamiento de la Fuente Divina que te ha amado y apoyado a lo largo de todas
tus aventuras para que ahora puedas experimentar a Dios en el último nivel de
su espectacular exhibición del Ser.
Para poder volver a un estado
ilimitado, para experimentar la alegría y la libertad de ser, debes convertirte
una vez más en aquello que te
mantiene unido.
Y la única manera de lograrlo
—ya que tu cuerpo es más bien un obstáculo— es activar totalmente el séptimo
sello o glándula pituitaria, para tu cerebro pueda recibir los pensamientos
ilimitados que existen más allá de la conciencia social. Así es como extiendes
tu saber interior hasta el entendimiento ilimitado de Dios, ese Dios que te
deja ser, que te ama y es la totalidad de sí mismo y de todo el pensamiento.
Entonces, ¿cómo consigues que
esta maravillosa y pequeña glándula despierte las partes dormidas de tu cerebro
a través de su flujo de hormonas? Simplemente con el deseo. Convertirse en Cristo es desear conocer al
Padre y convertirse en la imagen y
semejanza de Dios. Es el deseo de permitir que todo pensamiento se
convierta en la realidad del Yo, el deseo de amar en cada momento todo aquello
en lo que te has convertido, el deseo de ser el Ser de todo lo que eres.
¿Por qué es importante amar
la totalidad de todo lo que eres? Porque cuando lo haces, inmediatamente
trasciendes la conciencia social y te elevas por encima de la aceptación.
Trasciendes el juicio. Vas más allá de
la ilusión del tiempo. Entonces, vives sólo para la realización del Yo. Escuchas solamente a la voz interior.
Sigues únicamente la senda de la alegría; y es en ese sendero donde yace el
conocimiento de todo lo que es.
Ahora, tú me dices: «Pero, eso
es ser totalmente egoísta». Así es, en verdad. Pero ser egoísta es ser
Diosista. Cada momento que vives por el amor de este Dios dentro de ti, cada
ilusión que abrazas y dejas pasar, cada cosa que haces para encontrar tu
alegría y tu luz, emana desde tu ser hasta el flujo de conciencia para
alimentar a la totalidad de la humanidad.
Cuando vives íntegramente por
el amor del Yo —que es el amor de Dios— haces que Dios brille en medio de la
densidad de la conciencia social. Entonces iluminas el camino de tus amados
hermanos en su propio sendero de regreso al Yo, y ese es el único sendero que
los llevará de vuelta a casa hasta su amado Padre.
Cuando te amas a ti mismo lo suficientemente como para sentirte merecedor de
recibir todo lo que Dios es, y deseas saber que eres uno con el Padre, entonces
es cuando empieza a florecer esta maravillosa flor. Así es como abres la
capacidad de tu cerebro para recibir todos los valores de pensamiento de la
mente de Dios: queriendo saber;
deseando sentir toda la emoción de ese conocimiento.
¿Cuál es la mejor forma de
manifestar cualquier deseo? Declarándolo desde el Dios de tu ser. El Dios de tu
ser, que es tu alma, rige tu cuerpo a través de su estructura emocional. La
pituitaria recibe desde tu alma las órdenes de liberar el flujo de hormonas. El
Dios de tu ser es la luz que abarca y rodea todo lo que eres y permite que
todos los pensamientos entren en tu ser. El
ser es el ego que está experimentando las realidades de la materia a través
de la forma corporal, que es quien estimula el juicio y altera el Ser o la
pureza del pensamiento; de ahí el término «ego alterado». Por eso, cuando
hablas desde Dios de tu ser, estás alineando la totalidad de lo que eres, y eso
te da el gran poder de manifestar y crear cualquier cosa que quieras.
Cuando deseas desde el Dios
de tu ser recibir pensamientos
ilimitados, ese pensamiento de realización que sientes dentro de tu alma se
manifiesta en tu cuerpo para activar la glándula pituitaria y ésta comienza a
abrirse. A medida que comienza a abrirse, un flujo mayor de hormonas pasa a través de la pineal, y
al hacerlo, despierta a la mente latente. Abre otra parte de tu cerebro para
permitir que frecuencias mayores y más refinadas de pensamiento sean
experimentadas por todo tu cuerpo.
Cuando llegan pensamientos de
una frecuencia más alta, se reciben a través de la porción despierta de tu
cerebro. La glándula pineal, en la parte posterior de tu cerebro, recibe la
frecuencia más alta y comienza a hincharse, lo cual te produce un dolor de
cabeza, o puede que te sientas un poco mareado o aturdido. Esta frecuencia se
transforma entonces en una corriente eléctrica de alto poder, y es disparada a
cada célula de tu cuerpo a través del sistema nervioso central. A causa de esto
sentirás como un estremecimiento, o sensación de hormigueo, de que te estás
elevando, porque ahora corre por tu cuerpo una energía mucho mayor de la que
has sentido antes. Esa frecuencia enciende cada célula aumentando su frecuencia
vibratoria. Cuanto más recibes
pensamientos ilimitados, más vibra tu cuerpo. Y empiezas a tener una
luminosidad, porque estás empezando a revertir el cuerpo desde la densidad de
nuevo hacia la luz.
¿Cómo describes el
sentimiento de los pensamientos ilimitados? No puedes -El conocimiento de un
pensamiento ilimitado no tiene palabra
con la que lo puedas asociar, porque estás experimentando un pensamiento nuevo,
una nueva emoción, un sentimiento inmenso que te mueve hacia una forma de ser
profunda pero tranquila. El conocimiento vendrá hacia ti como puro sentimiento, sin anunciarse, sin
identificarse, como emoción innombrable.
Muchos que buscan la
iluminación creen que ésta vendrá en forma
de palabras. Pero si lo que tú entiendes puede ser descrito por las palabras,
ya lo has sentido antes. Si no se puede, y estás simplemente sintiendo, lo que
tú estás sintiendo es genio, es brillantez, es en verdad, pensamiento
ilimitado.
Todas las cosas que siempre
has querido entender no tienen
palabras; tienen emoción y visión. Y cuando llegue el conocimiento te quedarás
sin habla, sólo con los sentimientos.
El arte de limitar el
pensamiento es asociar palabras con ellos. Un maestro no explica nada; sólo lo
sabe. Explicarlo significaría limitarse a sí mismo. Cuando llegas al punto en
que simplemente sabes, sin tener que
justificar o explicar tu saber interior, entonces eres verdaderamente el
soberano de tu propio reino; tienes el saber absoluto.
¿Qué sucede con el
sentimiento de elevación provocado por los pensamientos de una frecuencia
superior? Es capturado dentro de tu alma, que lo conservará en la memoria para
siempre. Tu alma permite que la memoria de los pensamientos ilimitados exista a
través de la emoción, del sentimiento. De este modo, captura tu saber interior
para siempre, para que aquello que te has permitido recibir pueda ser alcanzado
una y otra vez.
Algo maravilloso que también
sucede con ese sentimiento de elevación es que tu alma lo envía a través de tu campo áurico hacia el flujo de conciencia, el cual no sólo
eleva la densidad de la conciencia, sino que atrae a tu vida una situación que
producirá el mismo sentimiento. ¿Para
qué? Para que ese pensamiento se entienda completamente a través de la
experiencia. Cuando el pensamiento de frecuencia más alta se ha comprendido
completamente, queda grabado en tu alma en forma de sabiduría. La sabiduría significa que el conocimiento se ha
solidificado dentro de ti como un absoluto. La sabiduría no sólo eleva el nivel
vibratorio del alma —lo que causará que tu vida se ajuste a su ser emocional
más elevado— sino que también activará la pituitaria con más intensidad para
permitir que el cerebro reciba y razone pensamientos de mayor y mayor
frecuencia, y así sucesivamente.
A medida que la pituitaria empieza a florecer, las
cosas cambian en tu vida de un modo que nunca habías creído posible. Cada cosa
que piensas la sientes con gran emoción.
A medida que el saber que
sientes en tu interior se abre paso hacia una forma creativa, empiezas a ver
que tus pensamientos se manifiestan más y más rápidamente. Tu amor, comprensión
y compasión aumentan. Y muchas
entidades se apartarán de tu vida porque te has elevado hasta un entendimiento
diferente; sin embargo, en su lugar, llegarán otras de pensamiento semejante al
tuyo.
Muy pronto, a medida que la
brillantez, la creatividad y el saber interior se intensifican dentro de ti,
empiezas a conocer y sentir cosas que no habías sentido o conocido antes. Eres
capaz de mirar a otra entidad y sentirla dentro de tu ser. A través de tus
pensamientos eres capaz de conocer tus
días por venir.
¿Crees que un psíquico es una
entidad poco común? Eso es sólo porque piensas de acuerdo con la conciencia
social. Y la conciencia social no piensa que esas habilidades puedan ser
realmente algo normal. Todos son psíquicos. Cuando te permitas a ti mismo
saber, sabrás todas las cosas. Pues el saber interior —cuando no está cohibido
por las ilusiones de la conciencia social— quita
el velo de tus ojos para que puedas ver otras dimensiones. Quita los
ladrillos de tus oídos para que puedas oír la música de toda la vida vibrando
en armonía consigo misma. ¿Y cómo haces que esto suceda? Deseándolo.
Cuanto más deseas lo ilimitado,
y más abrazas y sientes los pensamientos que te llegan, más hormonas segrega la
pituitaria y más se abre su boca. Cuanto más grande es tu deseo de amar lo que eres y vivir en el conocimiento,
el Dios que rodea tu ser abre más y más tu cerebro. Entonces eres más que tu
cuerpo; te conviertes en aquello que te mantiene unido.
La pituitaria es, en verdad, la puerta que conduce a Dios. Cuantos más pensamientos
ilimitados permites entrar en tu cerebro, más se abre. Cuanto más se abra, más
sabrás. Y todo aquello que sepas, en eso te convertirás.
Cuando posees la capacidad de captar todas las
frecuencias de pensamiento, puedes convertirte en cualquier frecuencia dada que
elijas. Tienes entonces la libertad
absoluta de convertirte en el viento o en cualquier otra cosa que desees.
Muy pronto, todo el sistema
de la pituitaria está en pleno florecimiento y la totalidad de tu cerebro está
activada. Entonces, todo aquello que la pituitaria ha guardado dentro de su
cuerpo espiritual es entregado a la totalidad de la mente, y la mente ya nunca
puede regresar a un estado limitado. Una vez que la flor comienza a abrirse,
nunca se cierra otra vez; permanece abierta
para siempre.
Cuando tu cerebro está
completamente activado, tu enfoque en la realidad vacila. Es por eso que aunque
estés aquí, puedes estar también en
el séptimo nivel. Aunque estés en el séptimo nivel, puedes estar en las
Pléyades; y aunque estés en las Pléyades, puedes estar al lado de un amigo.
Cuando tu pituitaria está en
pleno florecimiento, dejas de morir; dejas de envejecer. Cualquier cosa que le
digas a tu cuerpo que haga, la hará. Puedes decirle al cuerpo que acelere su
frecuencia vibratoria y se elevará hacia otra dimensión. Así de poderoso es tu
cerebro. Puedes incluso resucitar tu cuerpo de la muerte. Cuando eres tan
poderoso, estás llevando la corona divina de Dios. Y cuando eres puro Dios, que
es pura vida, entonces existes para siempre. Entonces eres todas las cosas. Ese es el cielo más grandioso. De esta
manera, el gran séptimo sello se ha coronado a sí mismo, la totalidad de tu
mente se despierta, y el abrazo total del saber
interior se hace posible a través de tu hermoso receptor. A medida que sabes
más y tu cuerpo experimenta más esa frecuencia, aumentan sus vibraciones hasta
que se vuelve más y más ligero. Hasta que un día, cuando has amado y abrazado
la totalidad de la vida y el alma ha satisfecho todas sus experiencias aquí,
ese mismo saber interior y esa misma vibración aumentarán un millón de veces y,
volviendo el cuerpo invisible, se lo llevarán lejos de este lugar. Es entonces
cuando trasciendes el ciclo de vida tras vida.
Eres una criatura de tres
dimensiones —espíritu, alma y ego—
expresándose en un plano de densidad. Y sólo podrás conocer la eternidad
mediante las tres dimensiones.
Háblale al Dios de tu ser; él
te escuchará. Cuando lo haces, es un Dios, un maestro el que habla. Cuando le
digas que recuerde, recordará. Cuando le pidas que sea más grandioso, lo hará. Y cuando desees desde el Dios de tu ser poseer entendimiento ilimitado, abrirá tu mente para
permitir que sientas en tu cuerpo las frecuencias de pensamiento más altas, y
así proporcionar el saber interior. Es lo único que tienes que hacer: ordenar que así sea, y las glándulas
endocrinas obedecerán. Y cuando lleguen los sentimientos que electricen tu ser
hasta un mayor entendimiento, da gracias al Dios que vive en ti por tal
sencillez.
¿Cómo puedes obtener un mejor
entendimiento de todo lo que existe? Sabe
que tú eres. Tu manera de hablar y de pensar determinan cuánto te permites
saber. No digas: «Ojalá supiera más.», pues así nunca lo harás. Y no digas:
«Trataré de saber más.», pues tratando nunca se consigue. Y tampoco digas:
«Busco saber más.», porque buscando nunca se encuentra. Di: «Desde el Dios de mi
ser, yo sé ahora todo lo que hay por saber en este momento. ¡Que así sea!» Y
espera la repuesta.
Aunque no te des cuenta e ese
momento de qué es lo que deseas saber, el decir «yo sé» abre la puerta para que
ocurra ese entendimiento. Eso es todo lo que tienes que decir, y el saber
llegará.
Limitas tu creatividad y tu
vida diciendo que no sabes o dudando del conocimiento que te llega. La peor de
las abominaciones es la frase: «No sé».
Recuerda: tú eres quien dicta
la ley, y lo que piensas y después pronuncies, es la ley.
Si dices: «No lo sé», nunca
lo sabrás. Si dices: «No puedo», nunca podrás. Si dices: «No merezco el amor de
mi Padre», jamás lo recibirás. Si hablas de esta manera, significa que piensas
de esta manera; y si piensas de este modo, el sentimiento producido por ese
pensamiento se graba en tu alma, y tu alma manifiesta la realidad que satisface
tus procesos de pensamiento.
Eres como una computadora.
Cada día programas en tu
conocimiento «dudas», programas «carencia», programas, de hecho, «desconocimiento».
Eres el ladrón de tu propio reino, pues tú, que conoces sólo duda y limitación,
has robado tu auténtica fuerza vital a través de tu manera de pensar y de
hablar.
Yo te digo: tú tienes la
capacidad de saber todo lo habido y por haber. La puerta que te abre hasta ese
conocimiento es simplemente decir: «Yo sé», y la realidad correspondiente
pronto aparecerá. Puede tardar momentos, o quizás días, pero llegará. Siempre
lo hace, pues la palabra «saber» es absoluta, y convierte tus deseos en absolutos.
Ese pensamiento de saber, sentido en tu alma, se manifiesta dentro de tu ser
para abrir tu pituitaria, permitiendo que se reciban los pensamientos más
elevados. «Saber» es la puerta que
permite que el río de pensamiento fluya hacia
ti en una corriente ilimitada.
Ahora, el saber interior no
es una creencia. La creencia es una conjetura; el saber interior es absoluto.
La única cosa que te da conocimiento es saber. Cuando crees en algo, el alma
entiende que la palabra «creer» significa realmente que alguien —incluso tu
propio Yo— está abrumándote para convencerte de una verdad de la que no tienes
conciencia ni certeza, pues esa verdad no se ha convertido en una realidad
experimentada.
Yo no te pido que creas en
nada. Yo quiero que sepas. Estar iluminado
es saber, sin duda, creencia, fe o esperanza. Todas esas cosas son conjeturas.
Mientras creas o tengas fe en
algo, eso nunca será. El saber lo
hace absoluto, y eso hace que lo que uno sabe se manifieste. A través de la manifestación el pensamiento realizado
en una experiencia, el entendimiento te sucederá, entonces es una parte de tu
ser y no algo de lo que debes convencerte.
El saber absoluto es el
creador de la totalidad de tu reino. Para poseer la habilidad del saber basta
decir: «Yo sé». Nunca dudes o
vaciles. Sabe, absolutamente. Cada vez que dices: «Yo sé», eso es un
pensamiento de certeza que se siente
en tu ser, lo que da lugar a que ocurra ese saber. El genio ocurre cuando abres
la puerta del saber interior para que tomen forma creativa pensamientos más
sublimes.
Si dices firmemente: «Desde
el Dios de mi ser, ahora sé la respuesta
de eso y estoy listo para recibirla. ¡Que así sea!», esto hace que tu saber
interior lo resuelva. Aunque la manifestación no aparezca al momento, la puerta
permanece abierta para que ello se realice en una experiencia de la cual se
obtendrá sabiduría. Tu ser se ajustará rápidamente para convertirse en aquello
que ahora sabes. No tienes que esforzarte para alcanzar eso. No tienes que
buscarlo o luchar por eso. No tienes que realizar rituales ni cánticos para
obtenerlo. Simplemente saber. Cuando
sabes estás en un estado receptivo para tener la conciencia de ello.
¿Cómo aceleras la manifestación de tus deseos? Sabiendo. El saber es la puerta que permite que el
reino de los cielos despliegue su abundancia dentro del reino del Yo. Saber que
un deseo, cualquiera que éste sea, ya ha sido realizado, amplifica el pensamiento de tu deseo, lo envía a través
de tu campo áurico hasta el flujo de conciencia, y manifiesta tu deseo para que
puedas ser el receptor de su consumación.
La verdad es que todas las
cosas ya son tuyas. Cuando sabes que
lo son, entonces están disponibles para ti. Debes entender que el principal dador de todo lo que necesitas eres tú
y tu capacidad de recibir todo lo que quieres. El modo de recibir tus
deseos es simplemente saber qué es lo que quieres y saber que te mereces
conseguirlo. El saber es la verdad,
es el dador, es tu futuro. Y cuando digas algo, sabe que así es. Cualquier cosa
que quieras, puedes tenerla simplemente sabiendo que eres tú quien dicta las
leyes, y que todo aquello que sepas y proclames así debe ser. Esto es lo que se
llama la ley de Uno.
Yo te digo: tú sabes todo lo
que hay por saber y puedes tener todo lo que desees. En este momento de saber,
simplemente no te has dado cuenta de esa verdad. Saber abre la puerta a ese entendimiento. Activa otra parte de tu
cerebro para que el pensamiento pueda convertirse en una realidad manifestada.
Entonces, cuando la experiencia de tu pensamiento ilimitado se manifiesta, esto
solidifica en la parte de tu cerebro donde habita el ego la comprensión de que
el saber funciona, lo que te da la fuerza para ir un paso más allá y alcanzar
un pensamiento incluso más ilimitado.
Si yo pudiera quitarte todas
tus palabras, salvo unas pocas y escogidas, éstas serían: «Yo ahora sé. Yo soy absoluto. Yo soy completo. Yo soy Dios. Yo soy». Si
no existieran más que estas palabras, ya no estarías limitado a este plano.
¿Cuánto mejor es para ti
saber, que creer o suponer? ¿Cuánto mejor es para ti saber, que un «a lo
mejor»? ¿Cuánto mejor es para ti saber, que no saber? Se requieren los mismos procesos de pensamiento, la
misma energía, la misma expresión facial y movimiento del cuerpo para saber que
para no saber.
Sabe. Simplemente
sabe: «Yo sé que esto ocurrirá. Yo sé
que soy Dios. Yo sé que soy feliz. Yo sé que yo soy». Sabe, sabe, sabe. Eso
es todo lo que hace falta. Sabe siempre. Si dices que no sabes, que no puedes,
nunca lo harás. Di que sabes ahora. Entonces lo sabrás todo.
¿Sabes cuál es la diferencia
entre tú y yo? Yo sé que soy un Dios ilimitado, y tú no. Esa es la única
diferencia: yo sé que yo soy, y tú
aún tienes que darte cuenta de ello. Tu sociedad dice que tú no eres, pero
ellos qué saben. Ellos se entierran a sí mismos todos los días.
¿Por qué has obstruido tu
saber interior? Porque en tu intento de conocer el pensamiento a través de la
materia, tus procesos de pensamiento se quedaron tan atrapados en las
realidades de la materia, que
alteraste tu percepción total de la vida. Verás, la materia es un nivel de
pensamiento que se crea alterando el
pensamiento hasta su punto máximo. Se crea al reducir el pensamiento hasta la
luz, hasta el electrum, y luego dividiendo el electrum en partes que tienen
valores positivo y negativo. Por eso, cada vez que te relacionas con Dios en la
forma llamada materia, estás percibiendo y entendiendo el pensamiento de
acuerdo con divisiones o polaridades, más que con la pureza y el Ser indivisible que él es. Cuanto más
enfocado estés en la supervivencia y la materia, más percibirás la vida en
términos de dimensiones de Polaridad: arriba/abajo, cerca/lejos, rápido/lento,
luz/oscuridad, grande/pequeño, caliente/frío, bueno/malo, positivo/negativo.
Para volver al Ser de
pensamiento puro, debes dominar el ego
alterado, la porción razonante de tu cerebro orientada a vivir y sobrevivir
en la materia. El ego alterado es aquel que percibe de acuerdo con la ilusión del tiempo, la distancia y la
separación. Es aquel que percibe en términos de aceptación y supervivencia. Es aquel que divide y
juzga al pensamiento puro.
Un pensamiento puro puede
llegar hasta cualquiera de vosotros, pero rápidamente determinas si es bueno o
malo, si deberías o no deberías hacerlo, si es posible o imposible, real o
imaginario, razonable o irracional. Cada vez que juzgas tu pensamiento dividiéndolo en positivo y negativo, lo
alteras hasta convertirlo en un valor de frecuencia más bajo. El saber interior no
juzga a ninguna cosa. Cuando tú sabes, nunca reflexionas si un pensamiento
es verdadero o correcto. Todos los pensamientos son correctos y verdaderos. El
saber no sopesa ni valora el pensamiento, permite que el pensamiento sea un Ser, permite que tus procesos de pensamiento existan sin interrupción o intercepción.
Para ver otro plano, oír un
sonido más delicado, o volverte más ligero que tu peso, todo lo que tienes que
hacer es saber que son realidades y permitir entonces que ese saber interior
sea experimentado en tu cuerpo. Eso es todo lo que tienes que hacer. Si no
crees que son reales, el «no creer» es un juicio que impide que tu cerebro se
agrande. De este modo, todo ese saber que viene continuamente a cada momento a
través de tu espíritu rebota en tu
cerebro y regresa nuevamente a la mente del Padre. Entonces lo único que
recibes es aquello que te mantiene seguro en este plano y te limita a él.
Cuando desees desde el Dios
de tu ser poseer saber interior ilimitado, debes permitir que todos los
pensamientos entren en la conciencia de tu cerebro, sin ser alterados por juicio alguno, para que puedan ser totalmente
experimentados en tu cuerpo. A través de ese permiso consciente del ego
alterado —que da credibilidad a tus deseos— la pituitaria activa otra parte de
tu cerebro para recibir entendimiento ilimitado.
¿Qué es lo que te ha
permitido recibir un pensamiento ilimitado de creatividad sacado «de la nada»
cuando lo has querido? Simplemente permitiste
que entrara en tu saber interior. Eso es todo lo que hiciste. Él estuvo
allí todo el tiempo, esperando a que tú lo llamaras y le permitieras entrar en
tu receptor. Eso es lo único que hace falta. Y cuanto menos atrapados en el
juicio y el pensamiento alterado estén tus procesos de pensamiento, más fácil
será que los pensamientos de superconciencia entren en la unidad receptora del
cerebro.
Aprende a verte a ti mismo y
a la vida con los ojos del Ser. Cuando contemples una flor, no digas que es fea o hermosa. Ese es un juicio que
altera el pensamiento de la flor. Lo
que es puro es el pensamiento «flor».
Cuando miras a la flor y la ves como flor, luz, vida, Ser, entonces te estás
permitiendo recibir la pureza y el Ser del pensamiento, lo que envía un
electrum de mayor frecuencia para que lo sientas por todo tu cuerpo. Entonces
piensas como piensa un Cristo, pues ves todas las cosas como una igualdad y como el Ser. Cada vez que no
limitas y juzgas tus experiencias, permites que tu cerebro se active para recibir los pensamientos ilimitados que van más allá de tu existencia diaria.
¿Cuál es la razón de ser?
Cuando vives de esta manera, nunca te juzgas a ti mismo ni a los demás, ni a
los pensamientos que se te puedan ocurrir. Entonces no hay ni bueno ni malo, posible o imposible, perfección o
imperfección, positivo o negativo. Ya no existe la ilusión del tiempo que te impide sentir y saborear la belleza del
momento. Cuando estás en un estado de
ser, sólo existe el Ser de la vida y la continuidad
del ahora.
En un estado de ser, tus
pensamientos dejan de perder el tiempo
entre pasado y el futuro, preocupados por la culpabilidad y el remordimiento,
los debieras y los hubieras. En el ser, no te aferras a ninguna verdad en particular, sino que las examinas
todas. Ves a todas las verdades como un Ser, y permites que cada una sea
explorada para determinar si pueden aprovecharse desde tu estado de ser. Cuando
vives de este modo, contemplas todos los pensamientos que llegan hasta ti, y a
través de tu cerebro éstos se manifiestan en tu cuerpo como sentimientos, lo
que permite que surja más conocimiento, más pensamiento y más Ser.
Cuando simplemente eres, te alineas con el Ser de todas
las cosas; y a través de esa alineación, puedes tener cualquier cosa que desees. Y no tienes que hacer nada más que ser.
El Dios de tu ser atraerá hacia ti cualquier cosa que pienses, cualquier cosa
que desees, y ésta llegará. Todos aquellos que están muy atareados tratando de realizar cada principio externo, menosprecian
el interno. En un estado de ser ya
tienes y eres todas las cosas.
Cuando simplemente eres y te permites recibir todos
los pensamientos, puedes oír la voz de Dios. Entonces, todo lo que siempre quisiste saber, lo puedes saber en un
abrir y cerrar de ojos. Cuando no juzgas tus pensamientos, sino que les
permites manifestarse como emoción dentro de tu alma, estás viviendo como un dios
ilimitado, simplemente por estar abierto al Ser y a todo lo que es. Así habrás dominado el ego alterado. Habrás
conquistado el séptimo nivel, el séptimo sello, el séptimo cielo.
Acaba con el miedo que te
impide conocer algo más grande que
lo que estás experimentando en este plano.
Una vez que has dominado el
juicio, has conquistado la totalidad de este plano y puedes abandonarlo cuando
desees.
A menos que tengas la
capacidad en este momento de fabricar para ti mismo un duplicado de tu cuerpo
no tengas tanta prisa por destruirlo. Ama tu cuerpo. Cuídalo, aliméntalo, dale
cariño. Sé ilimitado en tus Procesos de pensamiento, pero también cuida el
vehículo que te lo permite. Tú eres el único que te ama con la suficiente
constancia como para haber pasado por todo lo que has pasado. Cuando te abraces
y te ames a ti mismo, trascenderás
la conciencia social del hombre y llegarás a la conciencia total de Dios.
Sabe que nada termina y que
nada es absoluto. Todo existe en el ahora, y siempre hay más por venir. Nunca
te dejes esclavizar o intimidar.
Siempre hay un camino, un mejor camino. Sabe esto y permite que te lleguen los
pensamientos que iluminarán tu camino hacia la alegría.
Afronta tus limitaciones.
Abrázalas. Domínalas. Afronta tus temores y permítete desenmascarar su ilusión. Acaba con el miedo que te impide conocer algo más
grande que lo que estás experimentando en este plano.
¿Por qué incluso piensas que
aquellos que vienen desde muy lejos son espantosos? Tus hermanos de las grandes
naves espaciales poseen una increíble belleza. Acaba con tu miedo para que
puedas tener la capacidad de
entablar amistad con otros tiempos, otros espacios y entidades de otra
dimensión.
Si en tu esfuerzo por llegar
a ser más, buscas en este plano una grandeza en la cual convertirte, lo único
que llegarás a ser es lo que ya existe en este plano. Ir más allá del
pensamiento limitado del hombre es contemplar que quizás hay algo todavía
invisible que es más vasto en su
entendimiento.
Ábrete a la verdad, sin
importar cuál sea su fuente, y deja que
tus sentimientos sean tu guía. El hombre sabio, aunque esté ciego, sabe dentro de su alma lo que está bien. La
verdad existe hasta en la brizna de hierba sobre la que caminas. Está en la
risa de un niño. En los ojos del mendigo. Está en todos los lugares y en todas
las cosas, en todas las gentes y en cada momento. Aquel que no sabe esto no
conoce a Dios; pues Dios es todo lo que
es, y ni una sola brizna de hierba, ni un solo susurro de un instante
pueden separarse de la Fuente de todo lo que es. Aprende a ser sabio. Escucha la verdad de cualquier forma
que venga y sabe que eres merecedor de recibirla.
Aquel que sabe que el reino
de los cielos yace dentro de sí, es
una entidad sabia. Con tu capacidad de pensar cualquier pensamiento y de sentirlo dentro de tu alma, posees
dentro de ti las llaves del reino de los cielos, el tesoro de la emoción.
Aprende a sentir. Conocer a
Dios completamente es sentir cada pensamiento plenamente, hasta que cada
pensamiento que Dios es, se sienta
en el corazón de tu ser, en el alma de tu ser.
No te abrumes queriendo que
la totalidad de tu cerebro se abra de una sola vez. Ábrelo de pensamiento en pensamiento, de
experiencia en experiencia, para que cada pensamiento se solidifique en ti.
Sobre todo permítete ser, pues al ser, lo eres todo. Cuando eres simplemente el Ser de
ti mismo, el principio Yo Soy,
entonces estás alineado con la totalidad de la vida. Entonces has transformado
tu enajenamiento como hombre en unidad
con Dios.
Vosotros estáis captando la
idea. Que así sea.
HE AQUÍ A DIOS
HE AQUÍ A DIOS
Durante
años se te ha enseñado que Dios está
fuera de tu reino en algún lugar en la inmensidad del espacio. Muchos de
vosotros habéis creído esto y lo
habéis aceptado como una verdad. Pero Dios, la principal causa de toda la vida,
nunca ha estado fuera de ti, eres
tú. Él es el maravilloso proceso de pensamiento; la inteligencia suprema que
yace silenciosa y siempre presente dentro del hombre.
Se
te ha enseñado que naces tan sólo para vivir en un determinado momento del
tiempo, envejecer y después morir. Y
como has creído que es verdad, se ha
convertido de hecho en la realidad de tu vida en este plano. Pero yo estoy aquí
para ayudarte a que te des cuenta que eres, verdaderamente, una esencia inmortal y siempre continua que ha vivido durante billones de años, desde que Dios, tu amado Padre, la totalidad del
pensamiento, se contempló a sí mismo en la brillantez de la luz, que es en lo
que os convertisteis todos vosotros. Fue entonces cuando cada uno de vosotros
se convirtió en un ser único y soberano, una parte de la mente de Dios para
siempre.
Se
te ha enseñado que Dios es una entidad singular, que con sus manos hizo el cielo y la tierra, y después creó a la criatura viviente llamada
hombre. Pero sois vosotros, poseedores de la divina inteligencia y la voluntad
libre, los grandes creadores de la totalidad de la vida.
Sois
vosotros quienes crearon el sol de la mañana, el cielo del atardecer, y el
encanto de todas las cosas que existen. Sois
vosotros, en verdad, los creadores
de esta noble criatura llamada hombre, para que así vosotros, que erais luces
brillantes en el vacío del espacio, pudierais experimentar toda la maravilla de
vuestras formas creadas.
Mis
amados hermanos, el entendimiento de
quiénes sois es, verdaderamente, una colección de ilusiones que habéis estado
viviendo durante miles de años. Vosotros sois más que meramente humanos. Mucho
más que la limitada criatura llamada hombre. Sois Dios. Siempre lo habéis sido y siempre lo seréis. Sois los grandes creadores inmortales que han
estado viviendo aquí, vida tras vida tras vida, para comprender este gran
conocimiento que permitisteis que se os arrebatara.
Todos
vosotros sois Dios mismo, creados de
él mismo. Sois dioses creados por Dios, la primera y única creación directa de
la Fuente de toda la vida. Al aventuraros en la exploración de la vida, habéis combinado vuestra suprema inteligencia
con materia celular para convertiros en Dios-hombre:
la mente de Dios expresándose en la
forma llamada humanidad; dioses viviendo
en la maravilla de su propia creación llamada hombre. La humanidad, el hombre, la mujer: es Dios, en verdad, maravillosamente
disfrazado de entidades limitadas y miserables.
¿Quién eres tú? ¿Por qué estás aquí? ¿Cuál
es tu propósito y tu destino? ¿Piensas que eres meramente una criatura de
coincidencia, nacida para vivir en una brizna del tiempo y después no ser nada
más? ¿De verdad? ¿Qué te hace pensar que no has vivido antes? ¿Y por qué ahora?
¿Y por qué tú?
Has
vivido sobre este plano miles de
vidas, y has ido y venido como un
viento inconstante, has vivido cada cara, cada color, cada credo, cada religión. Luchaste y lucharon contra
ti, fuiste rey y sirviente por igual, marinero y capitán, conquistador y
conquistado. Has sido cada personaje de la historia. ¿Por qué? Para sentir, para adquirir sabiduría, para identificar
el mayor misterio de todos los tiempos:
tú.
¿De dónde crees que vienes? ¿Piensas acaso que eres simplemente un miserable montón de
materia celular que evolucionó a
partir de una célula? Entonces, ¿quién
es el que mira tan fijamente desde lo más profundo de tus ojos? ¿Quién es la esencia que te da personalidad y singularidad, tu carácter y
entusiasmo, tu capacidad de amar, de
abrazar, de confiar, de soñar, así como el impresionante poder de crear? ¿Y dónde acumulaste toda la inteligencia, todo el conocimiento, y toda la
sabiduría que manifiestas incluso desde
que eras un niño? ¿Crees que te conviertes en lo que eres meramente en una vida,
que no es más que un suspiro en la eternidad?
Has
llegado a ser lo que eres en la
inmensidad del tiempo, al vivir vida
tras vida. Y con cada una de esas experiencias
has acumulado la sabiduría que te ha
permitido dar forma a la belleza y singularidad que tú eres. Eres demasiado
valioso, demasiado hermoso como para haber sido creado con el fin de vivir tan sólo en un instante de la eternidad del
tiempo.
¿Crees acaso que tus padres
te crearon?
Tu madre y tu padre son tus padres genéticos,
pero no te crearon. En un entendimiento mayor, ellos son tus hermanos queridos, y tú eres, en verdad, tan viejo como ellos, ya que todas las
entidades fueron creadas en el mismo
momento. Todas nacieron cuando Dios,
el gran y magnífico pensamiento, se contempló
a sí mismo y se extendió hasta la
brillantez de la luz. Ese fue tu comienzo, y tu nacimiento. Tu verdadero Padre
es Dios, el principio Madre-Padre de toda la vida.
¿Crees que tu cuerpo es lo
que realmente eres? En absoluto. Tu cuerpo es sólo un
manto que representa a la esencia
invisible que es tu verdadera identidad: la colección de
actitudes-sentimientos llamada personalidad-yo, que yace dentro de tu cuerpo.
Considera
esto por un momento: ¿qué es lo que amas
de otra entidad? ¿Es el cuerpo? No. Es la esencia
de la otra persona lo que amas, la personalidad-Yo invisible que yace detrás de los ojos. Lo que tú amas en otro es la esencia invisible que hace que el cuerpo
funcione, que los ojos parpadeen, que la voz sea melodiosa, que el cabello
tenga brillo y las manos tacto.
Tu
cuerpo es una máquina refinada y
maravillosa —y en verdad lo es— pero no es nada
sin aquello que lo hace funcionar, que eres tú. Lo que tú eres no es tu cuerpo, sino una colección de
pensamientos o sentimientos-actitudes que se presentan como una personalidad-yo
única.
¿Y
has visto alguna vez tus pensamientos? ¿Has visto alguna vez tu personalidad? Y tu risa, podrías oírla sin tu cuerpo? No tienes idea de cuán
grande eres en realidad. Porque lo
que eres realmente es tan invisible
como el viento. Así como yo soy un
enigma para ti, también lo eres para ti
mismo, el mayor enigma de todos.
¿Sabes lo que eres sin tus
pretensiones?
¿Sin las máscaras que llevas? ¿Sin tu armadura de corazón duro? En el centro de tu ser, tú eres Dios, en verdad. Dios, el gran misterio para la humanidad, nunca estuvo fuera de ti. Pues lo que
se oculta detrás de tus ojos, detrás
de tus ropas, detrás de la ilusión de
tu rostro, es la virtud invisible del
pensamiento llamado Dios: la personalidad-yo que hace que tú seas tú.
El
Dios dentro de ti es la sublime
inteligencia que te acredita y te da el impresionante poder de crear, es la maravillosa fuerza vital que sostiene tu vida por siempre y para siempre.
El
cuerpo que habitas es una magnífica creación de los dioses: tú y tus amados
hermanos. Fue creado para que tú, una esencia invisible de pensamiento y emoción, pudieras tener
un intercambio con la vida que creaste sobre
este plano. La criatura llamada hombre fue creada simplemente como un vehículo de expresión, de forma que, a
través de los sentidos del cuerpo,
todas las creaciones de este plano pudieran
ser experimentadas y entendidas por los dioses que las crearon en el
principio.
El
cuerpo fue creado para albergar un
sistema eléctrico muy complejo de
variables de luz que forman y
constituyen la verdadera entidad del
Yo. Lo que realmente eres no es el tamaño de tu cuerpo. Eres un punto de luz diminuto. En la pequeñez de tu ser se acumula
todo lo que has sido desde que naciste de Dios, tu amado Padre.
Tú, el principio-Dios, no eres una entidad de
carne, sino un principio de luz redondeada
e incandescente de energía pura, que
vive dentro de un cuerpo con el fin de obtener el premio de la vida creativa, llamado emoción. Lo que
realmente eres no es lo que habitas, sino lo que sientes. Se te conoce por tus
emociones, no por tu cuerpo.
Lo
que realmente eres es espíritu y alma,
una entidad de luz y una entidad emocional combinadas. Tu espíritu —este
pequeño punto de luz— rodea todas las estructuras moleculares de tu cuerpo; por
lo tanto, alberga y sostiene la masa
corpórea de tu cuerpo. Tu alma vive dentro
de la masa, cerca del corazón, en una cavidad
bajo una coraza de hueso en donde nada existe salvo energía eléctrica.
Tu alma registra y almacena,
en forma de emoción, cada pensamiento que hayas tenido. Es a causa de la
colectividad única de emociones almacenadas en tu alma que tienes una
identidad-ego, una personalidad-yo única. El
cuerpo que habitas es simplemente un portador, un vehículo escogido y refinado
que te permite vivir y jugar sobre un plano de materia. Sin embargo, gracias
a tu vehículo, te has sumido en la ilusión
o que tu cuerpo es lo que tú eres. Pero no es así. Así como Dios no tiene imagen, tú tampoco.
GRAN
Dios CREADOR QUE ERES, ¿quién piensas
que ha creado tu vida? Crees acaso que un ser supremo o fuerzas externas han controlado tu vida? Esa no es la verdad como se la conoce. Eres el único responsable de todo lo que
has hecho, sido o experimentado. Tú, que tienes el poder de crear la magnificencia de las
estrellas, has creado cada momento y
cada circunstancia de tu vida. Quien tú eres, tú lo elegiste. Tu aspecto,
tú lo creaste. El modo en que vives, tú lo diseñaste y destinaste
totalmente. Este es el ejercicio y el privilegio,
si quieres, de ser Dios-hombre.
Tú creaste tu vida a través
de tus propios procesos de pensamiento y tu manera de pensar. Cada cosa que piensas, la sientes; y todo lo que sientes se manifiesta para crear las condiciones
de tu vida.
Reflexiona
sobre esto: basta sólo un momento para visualizar
la felicidad, y todo tu cuerpo
se sentirá feliz. Tan sólo basta un
momento para jugar el papel de
criatura desdichada a la cual no quiere nadie, y sentirás tristeza y pena por ti mismo. Sólo necesitas un momento
para hacer eso. Basta un solo momento para dejar
de sollozar y reír con alegría, un solo momento para dejar de juzgar y sentir la belleza de todas las
cosas. Ahora, ¿quién está haciendo todo
esto? Tú. Y mientras tú has tenido
esta fantasía de sentimientos creados dentro de tu ser, ¿ha cambiado algo a tu alrededor? No. Pero todo lo
que tú eres sí.
Eres
precisamente lo que piensas. Cada cosa que piensas, así será en tu vida.
Si contemplas miseria, tendrás miseria. Si
contemplas infelicidad, la tendrás. Si
contemplas alegría, la tendrás. Si contemplas genio, ya está ahí.
¿Cómo se crea tu futuro? A través del pensamiento. Todos tus mañanas están
diseñados por tus pensamientos del día de hoy.
Porque cada pensamiento que contemplas, cada fantasía que tienes —sin importar cuál sea su Propósito emocional— crea un sentimiento dentro de tu cuerpo
que queda registrado en tu alma. Ese
sentimiento entonces sienta un
precedente para las condiciones de tu vida, ya que producirá circunstancias que crearán y reflejarán el mismo sentimiento que fue grabado en tu
alma. Entiende que cada palabra que
pronuncias está creando tus días por
venir, porque las palabras son sólo sonidos
que expresan los sentimientos de tu
alma que han nacido del pensamiento.
¿Crees que las cosas ocurren
simplemente por casualidad? Esa no es la verdad como se la conoce. En este reino no existen tales cosas como los
accidentes, las casualidades o una coincidencia. Y nadie es víctima de los designios o la voluntad de nadie. Todo lo que te ocurre, tú lo has pensado y sentido en tu vida, ya
sea que lo hayas fantaseado en
suposiciones y temores, o que alguien te haya dicho que sucedería, y tú lo aceptaste
como verdad. Todo cuanto acontece,
sucede como un acto intencionado y decretado por el pensamiento y la emoción.
Todo.
Todo
lo que alguna vez hayas pensado,
cada una de las fantasías que has
tenido, todo aquello de lo que has hablado, ha ocurrido o está por ocurrir.
Porque, ¿cómo piensas que se crean todas
las cosas? Se crean a través del pensamiento. El pensamiento es el auténtico fundador
de la vida inmortal e indestructible, y tú lo has usado para convertirte en la vida, porque ese es tu eslabón con la mente de Dios.
Durante
siglos, muchas entidades han intentado enseñarte esta verdad a
través de adivinanzas, de canciones, de escrituras, pero la mayoría de vosotros
no ha querido darse cuenta, porque muy
pocos han aceptado la responsabilidad de llevar sus vidas sobre sus propias
espaldas.
Pero
este reino funciona de manera que todo lo que piensas —cada actitud que
tomas contigo mismo, el Padre, la vida— llegará
a ser. Desde la más vil y horrorosa de las cosas, hasta la más exquisita y
suprema, porque sólo tú conoces la
diferencia; el Padre sólo conoce la vida. Así
que conseguirás todo lo que pronuncies. Eres todo lo que piensas, tú «soy» todo
lo que concluyas.
Mientras
menos pienses de ti mismo, menos
serás. Cuanto menos crédito te des
por tu inteligencia, más imbécil
serás. Mientras menos hermoso te
creas, más feo te volverás. Mientras
más pobre creas ser, mayor será tu miseria, porque así lo has decretado tú.
Contempla
cuán grande es el amor de Dios, que
te permite ser y crear por ti mismo
cualquier cosa que desees y, sin embargo, nunca
te juzga. Contempla cómo es el amor que tiene por ti, que manifiesta cada
pensamiento que abrazas y cada palabra que pronuncias. Contémplalo.
Entonces,
¿quién es el creador de tu vida? Tú.
¿Quién es el diseñador de tu vida? Tú. Todo lo que tú eres, y todo lo que
has experimentado, lo has creado a
través de tu propio razonamiento
colectivo a través del pensamiento, que
es Dios.
Tú
has aceptado en tu vida precisamente lo que has deseado aceptar, y has experimentado la vida de acuerdo con tus valores aceptados. Eres tú quien
determina lo que es bueno para ti,
lo que es aceptable para ti y lo que
va a ser experimentado por ti. Eres tú, con tu propio pensamiento.
No eres un esclavo, un
sirviente, o el títere de alguna deidad que te observa en tu lucha. Tú vives en la inmensidad de la vida en exquisita libertad. Cada uno de vosotros
tiene la voluntad libre para
aceptar y abrazar cualquier
pensamiento que elija; y con ese poder increíble lo has creado todo para ti
mismo. Porque cada uno de tus
pensamientos crea el destino que
yace ante ti. Y cada uno de tus
sentimientos crea tu camino al que llamas vida. Cada cosa que pienses y
luego sientas, así será en tu vida, pues el Padre dice: «Cada emoción, que así sea».
¿Quién eres tú? Eres Dios, que posees
dentro del silencio de tu ser la capacidad de pensar, la capacidad de crear, la
capacidad de convertirte en cualquier cosa que desees, porque en este momento eres, precisamente, lo que has elegido ser, y nadie te ha impedido
que llegues a serlo. Eres el que dicta
las leyes, el supremo creador de tu
vida y de las circunstancias de la vida. Tú
eres, de hecho, el supremo gobernante de una inteligencia totalmente sabia que
te has negado a reconocer enteramente en ésta y en muchas otras vidas.
Hubo
un tiempo en que podías crear una flor. Pero ¿qué creas ahora para ti mismo?
Tus mayores creaciones son
infelicidad, preocupación, pena, miseria, odio, discordia, negación de ti mismo,
envejecimiento, enfermedad y muerte. Creas
para ti una vida de limitación al aceptar creencias limitadas, que entonces se
convierten en verdades inquebrantables dentro de tu ser, y por lo tanto, en la
realidad de tu vida. Te separas de la vida al juzgar todas las cosas, a todo el mundo e incluso a ti mismo. Vives de acuerdo con un código de moda llamado belleza, y te
rodeas de cosas que te permiten ser aceptado
por la conciencia limitada del hombre, que no acepta nada salvo su propio ideal inalcanzable. Eres un bebé que
nace para crecer, perder la vitalidad de tu cuerpo, y creer en el
envejecimiento hasta que pereces.
Vosotros,
los grandes dioses creadores que fuisteis una vez los vientos de la libertad, os habéis convertido en entidades que viven
como rebaños, que se encierran en
grandes ciudades y viven con miedo detrás de sus puertas y cerrojos. En lugar
de altísimas montañas y maravillosos
vientos, tenéis grandes edificios y
una conciencia aterradora. Habéis creado una sociedad que regula cómo debéis pensar, lo que debéis creer, cómo debéis actuar, y
cuál debe ser vuestro aspecto.
Temes
a la guerra y a los rumores de guerra, temes
a la enfermedad.
Temes
no ser reconocido. Tiemblas al mirar a alguien a los ojos, sin embargo anhelas
ese afecto llamado amor. Cuestionas
cada cosa buena que te sucede y dudas
que te vuelva a suceder. Te arrastras en la plaza del mercado en busca de la
fama y el éxito, el oro, las rupias, los dracmas y los dólares. ¡Ah! Sólo por
un poco de alegría.
Tus
pensamientos te han llevado a la desesperación,
a creerte indigno. Tus pensamientos te han llevado al fracaso y a la enfermedad. Te han llevado hasta la muerte. Todas estas cosas las has creado tú. Pues el ardiente creador dentro de ti, que tiene el
poder de tomar un pensamiento y crear universos, o situar estrellas
incandescentes en los cielos durante una eternidad, se ha atrapado a sí mismo en la creencia
y el dogma, en la moda y la tradición.
Pensamiento limitado tras
pensamiento limitado tras pensamiento
limitado. Y es tu propia incredulidad
la que no te ha permitido vivir.
¿En qué no crees? En todo lo que no puedes percibir con los sentidos de
tu cuerpo, en todo lo que no puedes ver,
oír, tocar, probar u oler. Enséñame una creencia, ponla en mi mano. Enséñame una emoción, quiero tocarla.
Enséñame un pensamiento, ¿dónde está? Muéstrame tu actitud, ¿qué aspecto tiene?
Muéstrame la imagen del viento. Y
muéstrame el tiempo, el mismo que te ha robado los preciosos momentos de tu
vida.
Has
desconfiado de los mayores regalos de
la vida; y por eso no has permitido que ocurriera un entendimiento más ilimitado. Vida tras vida, existencia tras existencia, te has sumergido de
tal manera en las ilusiones de este
plano, que has olvidado el maravilloso
fuego que fluye dentro de ti.
En diez millones y medio de
años has pasado de ser una entidad soberana y todopoderosa, a estar totalmente
perdido en la materia, esclavizado por tus propias creaciones del dogma, la
ley, la moda y la tradición; separado por país, fe, raza y sexo; inmerso en los
celos, la amargura, la culpabilidad y el miedo. Te has identificado de tal manera con tu cuerpo, que te has atrapado en la supervivencia y olvidado de la esencia invisible que
realmente eres: el Dios que vive dentro de
ti, que te permite crear tus sueños, cualquiera que elijas. Has rechazado abiertamente la inmortalidad;
y por eso, morirás, y volverás aquí, una y otra y otra vez. Por eso, aquí estás de nuevo, después de haber
vivido durante diez millones y medio de años y aún te aferras a tu incredulidad.
Dios, la totalidad del
pensamiento, es un gran teatro, en verdad. Y él
permite escribir tu propia obra
y representarla acto tras acto sobre el escenario. Y cuando cae el telón,
cuando se dice la última palabra y se hace la última reverencia, mueres. ¿Por
qué razón? Porque tú, el creador
supremo que creo las leyes, crees
que lo harás.
Esta vida es un juego; una
ilusión. Todo lo es. Pero vosotros, los actores, habéis llegado a creer que es la única realidad. Sin embargo, la única
realidad que siempre ha existido y siempre existirá es la vida, una esencia de ser libre y siempre continua que te
permite crear tus juegos de cualquier manera que los quieras jugar.
Cuando
te des cuenta que tienes el poder
con tus pensamientos de situarte en
la ignorancia, en la enfermedad y en la muerte, también te darás cuenta que tienes el poder de llegar a ser más grande
simplemente abriéndote hacia un flujo de pensamiento más ilimitado que te permita tener mayor genio, mayor creatividad, y vivir
para siempre.
Cuando te des cuenta que el
Dios que creó el cuerpo en un principio es el poder que está dentro de ti, tu
cuerpo nunca envejecerá ni enfermará, y nunca perecerá. Pero mientras te aferres a
tus creencias y limites tu
pensamiento, nunca experimentarás la infinitud que dio la gloria al sol de la
mañana y el misterio al cielo del
atardecer.
¿Qué pasa cuando te has
rebajado tanto que pereces en este plano? Bueno, el cuerpo muere, pero tú, que piensas en el silencio que yace detrás de tus ojos, siempre vives. Cuando dejes este plano,
si eliges morir, tu auténtico Yo no
será enterrado debajo de la tierra, ni será pasto de los gusanos y después
ceniza. Tú sigues como el viento.
Vas al mismo lugar de donde viniste, y ahí decides
lo que deseas hacer en tu próxima
aventura, pues es eso es exactamente lo
que es. Y volverás aquí, tantas veces como lo desees, hasta que recobres tu identidad
como Dios. Entonces comenzarás una aventura mayor en verdad, en otro cielo, en otro lugar.
Se te ama mucho más de lo
que nunca hayas imaginado, pues no importa lo que hagas, siempre
vivirás. Entonces, ¿por qué te has preocupado? ¿Por qué has luchado? ¿Por
qué te has enfermado? ¿Por qué te has entristecido? ¿Por qué te has limitado?
¿Por qué no has disfrutado del esplendor del amanecer, la libertad del viento y
la risa del niño? ¿Por qué no has vivido, en
lugar de esforzarte?
Vivirás
una y otra vez. Tu semilla es perpetua,
es para siempre. A pesar de todas tus incredulidades, y sin importar cuánto limites tu reino, cuánto te preocupes y te desesperes
hay algo con lo que nunca acabarás, y
eso se llama vida. No importa lo
incrédulo que seas, siempre tendrás vida, porque ese es el valor llamado Dios,
y eso eres tú.
Esta
vida que estás viviendo es un sueño,
un gran sueño, una apariencia, si quieres.
Es pensamiento jugando con materia, creando
realidades profundas que atan tus emociones a este plano hasta que tú, el soñador, despierte.
Nunca
supiste lo hermoso que eras, pues nunca realmente te miraste a ti mismo, nunca miraste quién eres y lo que eres.
¿Quieres
ver cómo es Dios? Ve, y mira en un espejo: lo estás mirando directamente a la
cara.
Sabe que eres valioso. No hay
medida que pueda medir tu valor. No hay imagen
que retrate tu belleza. Y no hay final
en tu reino.
El
más grandioso sermón que se haya
dicho alguna vez fue pronunciado por un gran maestro en lo alto de una montaña. Mientras miraba a las gentes
que venían a escucharlo, les dijo: «He
aquí a Dios». Eso fue todo lo que tuvo
que decir: «He aquí a Dios».
Pues cada uno de ellos había creado
sus limitaciones, sus deseos y
enfermedades, su riqueza o su pobreza, su alegría y su tristeza,
su vida y su muerte.
He aquí a Dios. Recuerda esto. Porque tú eres él, quien vive en cada cosa. Un
día dirás de ti mismo: «He aquí a Dios». Tocarás el Yo, eso es todo lo que
tienes que hacer.