HE AQUÍ A DIOS
Durante
años se te ha enseñado que Dios está
fuera de tu reino en algún lugar en la inmensidad del espacio. Muchos de
vosotros habéis creído esto y lo
habéis aceptado como una verdad. Pero Dios, la principal causa de toda la vida,
nunca ha estado fuera de ti, eres
tú. Él es el maravilloso proceso de pensamiento; la inteligencia suprema que
yace silenciosa y siempre presente dentro del hombre.
Se
te ha enseñado que naces tan sólo para vivir en un determinado momento del
tiempo, envejecer y después morir. Y
como has creído que es verdad, se ha
convertido de hecho en la realidad de tu vida en este plano. Pero yo estoy aquí
para ayudarte a que te des cuenta que eres, verdaderamente, una esencia inmortal y siempre continua que ha vivido durante billones de años, desde que Dios, tu amado Padre, la totalidad del
pensamiento, se contempló a sí mismo en la brillantez de la luz, que es en lo
que os convertisteis todos vosotros. Fue entonces cuando cada uno de vosotros
se convirtió en un ser único y soberano, una parte de la mente de Dios para
siempre.
Se
te ha enseñado que Dios es una entidad singular, que con sus manos hizo el cielo y la tierra, y después creó a la criatura viviente llamada
hombre. Pero sois vosotros, poseedores de la divina inteligencia y la voluntad
libre, los grandes creadores de la totalidad de la vida.
Sois
vosotros quienes crearon el sol de la mañana, el cielo del atardecer, y el
encanto de todas las cosas que existen. Sois
vosotros, en verdad, los creadores
de esta noble criatura llamada hombre, para que así vosotros, que erais luces
brillantes en el vacío del espacio, pudierais experimentar toda la maravilla de
vuestras formas creadas.
Mis
amados hermanos, el entendimiento de
quiénes sois es, verdaderamente, una colección de ilusiones que habéis estado
viviendo durante miles de años. Vosotros sois más que meramente humanos. Mucho
más que la limitada criatura llamada hombre. Sois Dios. Siempre lo habéis sido y siempre lo seréis. Sois los grandes creadores inmortales que han
estado viviendo aquí, vida tras vida tras vida, para comprender este gran
conocimiento que permitisteis que se os arrebatara.
Todos
vosotros sois Dios mismo, creados de
él mismo. Sois dioses creados por Dios, la primera y única creación directa de
la Fuente de toda la vida. Al aventuraros en la exploración de la vida, habéis combinado vuestra suprema inteligencia
con materia celular para convertiros en Dios-hombre:
la mente de Dios expresándose en la
forma llamada humanidad; dioses viviendo
en la maravilla de su propia creación llamada hombre. La humanidad, el hombre, la mujer: es Dios, en verdad, maravillosamente
disfrazado de entidades limitadas y miserables.
¿Quién eres tú? ¿Por qué estás aquí? ¿Cuál
es tu propósito y tu destino? ¿Piensas que eres meramente una criatura de
coincidencia, nacida para vivir en una brizna del tiempo y después no ser nada
más? ¿De verdad? ¿Qué te hace pensar que no has vivido antes? ¿Y por qué ahora?
¿Y por qué tú?
Has
vivido sobre este plano miles de
vidas, y has ido y venido como un
viento inconstante, has vivido cada cara, cada color, cada credo, cada religión. Luchaste y lucharon contra
ti, fuiste rey y sirviente por igual, marinero y capitán, conquistador y
conquistado. Has sido cada personaje de la historia. ¿Por qué? Para sentir, para adquirir sabiduría, para identificar
el mayor misterio de todos los tiempos:
tú.
¿De dónde crees que vienes? ¿Piensas acaso que eres simplemente un miserable montón de
materia celular que evolucionó a
partir de una célula? Entonces, ¿quién
es el que mira tan fijamente desde lo más profundo de tus ojos? ¿Quién es la esencia que te da personalidad y singularidad, tu carácter y
entusiasmo, tu capacidad de amar, de
abrazar, de confiar, de soñar, así como el impresionante poder de crear? ¿Y dónde acumulaste toda la inteligencia, todo el conocimiento, y toda la
sabiduría que manifiestas incluso desde
que eras un niño? ¿Crees que te conviertes en lo que eres meramente en una vida,
que no es más que un suspiro en la eternidad?
Has
llegado a ser lo que eres en la
inmensidad del tiempo, al vivir vida
tras vida. Y con cada una de esas experiencias
has acumulado la sabiduría que te ha
permitido dar forma a la belleza y singularidad que tú eres. Eres demasiado
valioso, demasiado hermoso como para haber sido creado con el fin de vivir tan sólo en un instante de la eternidad del
tiempo.
¿Crees acaso que tus padres
te crearon?
Tu madre y tu padre son tus padres genéticos,
pero no te crearon. En un entendimiento mayor, ellos son tus hermanos queridos, y tú eres, en verdad, tan viejo como ellos, ya que todas las
entidades fueron creadas en el mismo
momento. Todas nacieron cuando Dios,
el gran y magnífico pensamiento, se contempló
a sí mismo y se extendió hasta la
brillantez de la luz. Ese fue tu comienzo, y tu nacimiento. Tu verdadero Padre
es Dios, el principio Madre-Padre de toda la vida.
¿Crees que tu cuerpo es lo
que realmente eres? En absoluto. Tu cuerpo es sólo un
manto que representa a la esencia
invisible que es tu verdadera identidad: la colección de
actitudes-sentimientos llamada personalidad-yo, que yace dentro de tu cuerpo.
Considera
esto por un momento: ¿qué es lo que amas
de otra entidad? ¿Es el cuerpo? No. Es la esencia
de la otra persona lo que amas, la personalidad-Yo invisible que yace detrás de los ojos. Lo que tú amas en otro es la esencia invisible que hace que el cuerpo
funcione, que los ojos parpadeen, que la voz sea melodiosa, que el cabello
tenga brillo y las manos tacto.
Tu
cuerpo es una máquina refinada y
maravillosa —y en verdad lo es— pero no es nada
sin aquello que lo hace funcionar, que eres tú. Lo que tú eres no es tu cuerpo, sino una colección de
pensamientos o sentimientos-actitudes que se presentan como una personalidad-yo
única.
¿Y
has visto alguna vez tus pensamientos? ¿Has visto alguna vez tu personalidad? Y tu risa, podrías oírla sin tu cuerpo? No tienes idea de cuán
grande eres en realidad. Porque lo
que eres realmente es tan invisible
como el viento. Así como yo soy un
enigma para ti, también lo eres para ti
mismo, el mayor enigma de todos.
¿Sabes lo que eres sin tus
pretensiones?
¿Sin las máscaras que llevas? ¿Sin tu armadura de corazón duro? En el centro de tu ser, tú eres Dios, en verdad. Dios, el gran misterio para la humanidad, nunca estuvo fuera de ti. Pues lo que
se oculta detrás de tus ojos, detrás
de tus ropas, detrás de la ilusión de
tu rostro, es la virtud invisible del
pensamiento llamado Dios: la personalidad-yo que hace que tú seas tú.
El
Dios dentro de ti es la sublime
inteligencia que te acredita y te da el impresionante poder de crear, es la maravillosa fuerza vital que sostiene tu vida por siempre y para siempre.
El
cuerpo que habitas es una magnífica creación de los dioses: tú y tus amados
hermanos. Fue creado para que tú, una esencia invisible de pensamiento y emoción, pudieras tener
un intercambio con la vida que creaste sobre
este plano. La criatura llamada hombre fue creada simplemente como un vehículo de expresión, de forma que, a
través de los sentidos del cuerpo,
todas las creaciones de este plano pudieran
ser experimentadas y entendidas por los dioses que las crearon en el
principio.
El
cuerpo fue creado para albergar un
sistema eléctrico muy complejo de
variables de luz que forman y
constituyen la verdadera entidad del
Yo. Lo que realmente eres no es el tamaño de tu cuerpo. Eres un punto de luz diminuto. En la pequeñez de tu ser se acumula
todo lo que has sido desde que naciste de Dios, tu amado Padre.
Tú, el principio-Dios, no eres una entidad de
carne, sino un principio de luz redondeada
e incandescente de energía pura, que
vive dentro de un cuerpo con el fin de obtener el premio de la vida creativa, llamado emoción. Lo que
realmente eres no es lo que habitas, sino lo que sientes. Se te conoce por tus
emociones, no por tu cuerpo.
Lo
que realmente eres es espíritu y alma,
una entidad de luz y una entidad emocional combinadas. Tu espíritu —este
pequeño punto de luz— rodea todas las estructuras moleculares de tu cuerpo; por
lo tanto, alberga y sostiene la masa
corpórea de tu cuerpo. Tu alma vive dentro
de la masa, cerca del corazón, en una cavidad
bajo una coraza de hueso en donde nada existe salvo energía eléctrica.
Tu alma registra y almacena,
en forma de emoción, cada pensamiento que hayas tenido. Es a causa de la
colectividad única de emociones almacenadas en tu alma que tienes una
identidad-ego, una personalidad-yo única. El
cuerpo que habitas es simplemente un portador, un vehículo escogido y refinado
que te permite vivir y jugar sobre un plano de materia. Sin embargo, gracias
a tu vehículo, te has sumido en la ilusión
o que tu cuerpo es lo que tú eres. Pero no es así. Así como Dios no tiene imagen, tú tampoco.
GRAN
Dios CREADOR QUE ERES, ¿quién piensas
que ha creado tu vida? Crees acaso que un ser supremo o fuerzas externas han controlado tu vida? Esa no es la verdad como se la conoce. Eres el único responsable de todo lo que
has hecho, sido o experimentado. Tú, que tienes el poder de crear la magnificencia de las
estrellas, has creado cada momento y
cada circunstancia de tu vida. Quien tú eres, tú lo elegiste. Tu aspecto,
tú lo creaste. El modo en que vives, tú lo diseñaste y destinaste
totalmente. Este es el ejercicio y el privilegio,
si quieres, de ser Dios-hombre.
Tú creaste tu vida a través
de tus propios procesos de pensamiento y tu manera de pensar. Cada cosa que piensas, la sientes; y todo lo que sientes se manifiesta para crear las condiciones
de tu vida.
Reflexiona
sobre esto: basta sólo un momento para visualizar
la felicidad, y todo tu cuerpo
se sentirá feliz. Tan sólo basta un
momento para jugar el papel de
criatura desdichada a la cual no quiere nadie, y sentirás tristeza y pena por ti mismo. Sólo necesitas un momento
para hacer eso. Basta un solo momento para dejar
de sollozar y reír con alegría, un solo momento para dejar de juzgar y sentir la belleza de todas las
cosas. Ahora, ¿quién está haciendo todo
esto? Tú. Y mientras tú has tenido
esta fantasía de sentimientos creados dentro de tu ser, ¿ha cambiado algo a tu alrededor? No. Pero todo lo
que tú eres sí.
Eres
precisamente lo que piensas. Cada cosa que piensas, así será en tu vida.
Si contemplas miseria, tendrás miseria. Si
contemplas infelicidad, la tendrás. Si
contemplas alegría, la tendrás. Si contemplas genio, ya está ahí.
¿Cómo se crea tu futuro? A través del pensamiento. Todos tus mañanas están
diseñados por tus pensamientos del día de hoy.
Porque cada pensamiento que contemplas, cada fantasía que tienes —sin importar cuál sea su Propósito emocional— crea un sentimiento dentro de tu cuerpo
que queda registrado en tu alma. Ese
sentimiento entonces sienta un
precedente para las condiciones de tu vida, ya que producirá circunstancias que crearán y reflejarán el mismo sentimiento que fue grabado en tu
alma. Entiende que cada palabra que
pronuncias está creando tus días por
venir, porque las palabras son sólo sonidos
que expresan los sentimientos de tu
alma que han nacido del pensamiento.
¿Crees que las cosas ocurren
simplemente por casualidad? Esa no es la verdad como se la conoce. En este reino no existen tales cosas como los
accidentes, las casualidades o una coincidencia. Y nadie es víctima de los designios o la voluntad de nadie. Todo lo que te ocurre, tú lo has pensado y sentido en tu vida, ya
sea que lo hayas fantaseado en
suposiciones y temores, o que alguien te haya dicho que sucedería, y tú lo aceptaste
como verdad. Todo cuanto acontece,
sucede como un acto intencionado y decretado por el pensamiento y la emoción.
Todo.
Todo
lo que alguna vez hayas pensado,
cada una de las fantasías que has
tenido, todo aquello de lo que has hablado, ha ocurrido o está por ocurrir.
Porque, ¿cómo piensas que se crean todas
las cosas? Se crean a través del pensamiento. El pensamiento es el auténtico fundador
de la vida inmortal e indestructible, y tú lo has usado para convertirte en la vida, porque ese es tu eslabón con la mente de Dios.
Durante
siglos, muchas entidades han intentado enseñarte esta verdad a
través de adivinanzas, de canciones, de escrituras, pero la mayoría de vosotros
no ha querido darse cuenta, porque muy
pocos han aceptado la responsabilidad de llevar sus vidas sobre sus propias
espaldas.
Pero
este reino funciona de manera que todo lo que piensas —cada actitud que
tomas contigo mismo, el Padre, la vida— llegará
a ser. Desde la más vil y horrorosa de las cosas, hasta la más exquisita y
suprema, porque sólo tú conoces la
diferencia; el Padre sólo conoce la vida. Así
que conseguirás todo lo que pronuncies. Eres todo lo que piensas, tú «soy» todo
lo que concluyas.
Mientras
menos pienses de ti mismo, menos
serás. Cuanto menos crédito te des
por tu inteligencia, más imbécil
serás. Mientras menos hermoso te
creas, más feo te volverás. Mientras
más pobre creas ser, mayor será tu miseria, porque así lo has decretado tú.
Contempla
cuán grande es el amor de Dios, que
te permite ser y crear por ti mismo
cualquier cosa que desees y, sin embargo, nunca
te juzga. Contempla cómo es el amor que tiene por ti, que manifiesta cada
pensamiento que abrazas y cada palabra que pronuncias. Contémplalo.
Entonces,
¿quién es el creador de tu vida? Tú.
¿Quién es el diseñador de tu vida? Tú. Todo lo que tú eres, y todo lo que
has experimentado, lo has creado a
través de tu propio razonamiento
colectivo a través del pensamiento, que
es Dios.
Tú
has aceptado en tu vida precisamente lo que has deseado aceptar, y has experimentado la vida de acuerdo con tus valores aceptados. Eres tú quien
determina lo que es bueno para ti,
lo que es aceptable para ti y lo que
va a ser experimentado por ti. Eres tú, con tu propio pensamiento.
No eres un esclavo, un
sirviente, o el títere de alguna deidad que te observa en tu lucha. Tú vives en la inmensidad de la vida en exquisita libertad. Cada uno de vosotros
tiene la voluntad libre para
aceptar y abrazar cualquier
pensamiento que elija; y con ese poder increíble lo has creado todo para ti
mismo. Porque cada uno de tus
pensamientos crea el destino que
yace ante ti. Y cada uno de tus
sentimientos crea tu camino al que llamas vida. Cada cosa que pienses y
luego sientas, así será en tu vida, pues el Padre dice: «Cada emoción, que así sea».
¿Quién eres tú? Eres Dios, que posees
dentro del silencio de tu ser la capacidad de pensar, la capacidad de crear, la
capacidad de convertirte en cualquier cosa que desees, porque en este momento eres, precisamente, lo que has elegido ser, y nadie te ha impedido
que llegues a serlo. Eres el que dicta
las leyes, el supremo creador de tu
vida y de las circunstancias de la vida. Tú
eres, de hecho, el supremo gobernante de una inteligencia totalmente sabia que
te has negado a reconocer enteramente en ésta y en muchas otras vidas.
Hubo
un tiempo en que podías crear una flor. Pero ¿qué creas ahora para ti mismo?
Tus mayores creaciones son
infelicidad, preocupación, pena, miseria, odio, discordia, negación de ti mismo,
envejecimiento, enfermedad y muerte. Creas
para ti una vida de limitación al aceptar creencias limitadas, que entonces se
convierten en verdades inquebrantables dentro de tu ser, y por lo tanto, en la
realidad de tu vida. Te separas de la vida al juzgar todas las cosas, a todo el mundo e incluso a ti mismo. Vives de acuerdo con un código de moda llamado belleza, y te
rodeas de cosas que te permiten ser aceptado
por la conciencia limitada del hombre, que no acepta nada salvo su propio ideal inalcanzable. Eres un bebé que
nace para crecer, perder la vitalidad de tu cuerpo, y creer en el
envejecimiento hasta que pereces.
Vosotros,
los grandes dioses creadores que fuisteis una vez los vientos de la libertad, os habéis convertido en entidades que viven
como rebaños, que se encierran en
grandes ciudades y viven con miedo detrás de sus puertas y cerrojos. En lugar
de altísimas montañas y maravillosos
vientos, tenéis grandes edificios y
una conciencia aterradora. Habéis creado una sociedad que regula cómo debéis pensar, lo que debéis creer, cómo debéis actuar, y
cuál debe ser vuestro aspecto.
Temes
a la guerra y a los rumores de guerra, temes
a la enfermedad.
Temes
no ser reconocido. Tiemblas al mirar a alguien a los ojos, sin embargo anhelas
ese afecto llamado amor. Cuestionas
cada cosa buena que te sucede y dudas
que te vuelva a suceder. Te arrastras en la plaza del mercado en busca de la
fama y el éxito, el oro, las rupias, los dracmas y los dólares. ¡Ah! Sólo por
un poco de alegría.
Tus
pensamientos te han llevado a la desesperación,
a creerte indigno. Tus pensamientos te han llevado al fracaso y a la enfermedad. Te han llevado hasta la muerte. Todas estas cosas las has creado tú. Pues el ardiente creador dentro de ti, que tiene el
poder de tomar un pensamiento y crear universos, o situar estrellas
incandescentes en los cielos durante una eternidad, se ha atrapado a sí mismo en la creencia
y el dogma, en la moda y la tradición.
Pensamiento limitado tras
pensamiento limitado tras pensamiento
limitado. Y es tu propia incredulidad
la que no te ha permitido vivir.
¿En qué no crees? En todo lo que no puedes percibir con los sentidos de
tu cuerpo, en todo lo que no puedes ver,
oír, tocar, probar u oler. Enséñame una creencia, ponla en mi mano. Enséñame una emoción, quiero tocarla.
Enséñame un pensamiento, ¿dónde está? Muéstrame tu actitud, ¿qué aspecto tiene?
Muéstrame la imagen del viento. Y
muéstrame el tiempo, el mismo que te ha robado los preciosos momentos de tu
vida.
Has
desconfiado de los mayores regalos de
la vida; y por eso no has permitido que ocurriera un entendimiento más ilimitado. Vida tras vida, existencia tras existencia, te has sumergido de
tal manera en las ilusiones de este
plano, que has olvidado el maravilloso
fuego que fluye dentro de ti.
En diez millones y medio de
años has pasado de ser una entidad soberana y todopoderosa, a estar totalmente
perdido en la materia, esclavizado por tus propias creaciones del dogma, la
ley, la moda y la tradición; separado por país, fe, raza y sexo; inmerso en los
celos, la amargura, la culpabilidad y el miedo. Te has identificado de tal manera con tu cuerpo, que te has atrapado en la supervivencia y olvidado de la esencia invisible que
realmente eres: el Dios que vive dentro de
ti, que te permite crear tus sueños, cualquiera que elijas. Has rechazado abiertamente la inmortalidad;
y por eso, morirás, y volverás aquí, una y otra y otra vez. Por eso, aquí estás de nuevo, después de haber
vivido durante diez millones y medio de años y aún te aferras a tu incredulidad.
Dios, la totalidad del
pensamiento, es un gran teatro, en verdad. Y él
permite escribir tu propia obra
y representarla acto tras acto sobre el escenario. Y cuando cae el telón,
cuando se dice la última palabra y se hace la última reverencia, mueres. ¿Por
qué razón? Porque tú, el creador
supremo que creo las leyes, crees
que lo harás.
Esta vida es un juego; una
ilusión. Todo lo es. Pero vosotros, los actores, habéis llegado a creer que es la única realidad. Sin embargo, la única
realidad que siempre ha existido y siempre existirá es la vida, una esencia de ser libre y siempre continua que te
permite crear tus juegos de cualquier manera que los quieras jugar.
Cuando
te des cuenta que tienes el poder
con tus pensamientos de situarte en
la ignorancia, en la enfermedad y en la muerte, también te darás cuenta que tienes el poder de llegar a ser más grande
simplemente abriéndote hacia un flujo de pensamiento más ilimitado que te permita tener mayor genio, mayor creatividad, y vivir
para siempre.
Cuando te des cuenta que el
Dios que creó el cuerpo en un principio es el poder que está dentro de ti, tu
cuerpo nunca envejecerá ni enfermará, y nunca perecerá. Pero mientras te aferres a
tus creencias y limites tu
pensamiento, nunca experimentarás la infinitud que dio la gloria al sol de la
mañana y el misterio al cielo del
atardecer.
¿Qué pasa cuando te has
rebajado tanto que pereces en este plano? Bueno, el cuerpo muere, pero tú, que piensas en el silencio que yace detrás de tus ojos, siempre vives. Cuando dejes este plano,
si eliges morir, tu auténtico Yo no
será enterrado debajo de la tierra, ni será pasto de los gusanos y después
ceniza. Tú sigues como el viento.
Vas al mismo lugar de donde viniste, y ahí decides
lo que deseas hacer en tu próxima
aventura, pues es eso es exactamente lo
que es. Y volverás aquí, tantas veces como lo desees, hasta que recobres tu identidad
como Dios. Entonces comenzarás una aventura mayor en verdad, en otro cielo, en otro lugar.
Se te ama mucho más de lo
que nunca hayas imaginado, pues no importa lo que hagas, siempre
vivirás. Entonces, ¿por qué te has preocupado? ¿Por qué has luchado? ¿Por
qué te has enfermado? ¿Por qué te has entristecido? ¿Por qué te has limitado?
¿Por qué no has disfrutado del esplendor del amanecer, la libertad del viento y
la risa del niño? ¿Por qué no has vivido, en
lugar de esforzarte?
Vivirás
una y otra vez. Tu semilla es perpetua,
es para siempre. A pesar de todas tus incredulidades, y sin importar cuánto limites tu reino, cuánto te preocupes y te desesperes
hay algo con lo que nunca acabarás, y
eso se llama vida. No importa lo
incrédulo que seas, siempre tendrás vida, porque ese es el valor llamado Dios,
y eso eres tú.
Esta
vida que estás viviendo es un sueño,
un gran sueño, una apariencia, si quieres.
Es pensamiento jugando con materia, creando
realidades profundas que atan tus emociones a este plano hasta que tú, el soñador, despierte.
Nunca
supiste lo hermoso que eras, pues nunca realmente te miraste a ti mismo, nunca miraste quién eres y lo que eres.
¿Quieres
ver cómo es Dios? Ve, y mira en un espejo: lo estás mirando directamente a la
cara.
Sabe que eres valioso. No hay
medida que pueda medir tu valor. No hay imagen
que retrate tu belleza. Y no hay final
en tu reino.
El
más grandioso sermón que se haya
dicho alguna vez fue pronunciado por un gran maestro en lo alto de una montaña. Mientras miraba a las gentes
que venían a escucharlo, les dijo: «He
aquí a Dios». Eso fue todo lo que tuvo
que decir: «He aquí a Dios».
Pues cada uno de ellos había creado
sus limitaciones, sus deseos y
enfermedades, su riqueza o su pobreza, su alegría y su tristeza,
su vida y su muerte.
He aquí a Dios. Recuerda esto. Porque tú eres él, quien vive en cada cosa. Un
día dirás de ti mismo: «He aquí a Dios». Tocarás el Yo, eso es todo lo que
tienes que hacer.