EL CAMINO DE LA PRACTICA
II
LAS PRACTICAS DEL CAMINO
1. Hay tres cosas que debe aprender el que
busca el camino: las leyes de conducta, la perfecta concentración del alma y la
sabiduría.
¿Cuáles son las leyes de la conducta? Es
conocer lo que uno debe guardar como hombre y como practicante del Camino, es
decir: controlar el alma y el cuerpo, guardar las puertas de los cinco
sentidos, temer hasta los pecados más leves, actuar bien, esforzarse.
¿Qué es la concentración del alma? Es
librarse de los deseos y de la maldad para luego conseguir, poco a poco, la
tranquilidad y la pureza de alma.
¿Qué es la sabiduría? Es la perfecta
comprensión de las cuatro verdades; es saber que es el sufrimiento, cual es su
origen, cual es su fin, y cual el camino que conduce a ello. Al que aprende
estas tres ciencias se le llama discípulo de Buda.
Aunque un burro que no tiene ni forma, ni
voz, ni cuernos de vaca, diga que es vaca y siga a la manada, nadie cree que es
una vaca. De la misma forma, es una necedad que el que no sigue las tres
ciencias de la ley de conducta, concentración del alma y sabiduría, diga que
busca el camino.
Así como el agricultor para recoger la
cosecha en otoño, tiene que remover la tierra, sembrar las semillas en
primavera, luego regarlas y entresacar la mala hierba, el que busca la
Iluminación debe seguir las tres ciencias.
Así como es imposible desear que pasado
mañana se puede recoger el arroz sembrado hoy y crecido mañana, es también
imposible pretender librarse hoy de las pasiones terrenales, mañana de los
apegos y pasado mañana alcanzar la Iluminación.
Después que se siembra la semilla con
paciente cuidado, los sudores del agricultor y los cambios de las estaciones
hacen brotar de la tierra la planta, y al final madura el fruto. De la misma
forma a medida que se practican las tres
ciencias de la ley de conducta, la concentración del alma y la sabiduría, van
desapareciendo las pasiones terrenales y el hombre se libra de los apegos
llegando por fin a la Iluminación.
2. Es difícil pretender entrar en el camino
de la Iluminación sintiendo atracción por las pasiones de este mundo, y
disturbando el alma con el deseo del cuerpo. Hay diferencia esencial entre el
goce del Dharma y el goce del mundo.
Como ya se ha explicado, el alma es el origen
de todo. Si el alma goza de los placeres del mundo nacen los sufrimientos y la
inquietud, pero si el alma prefiere el Camino, nace allí la alegría y la
Iluminación.
El que busca la Iluminación debe seguir las
Enseñanzas y cumplir con ellas con el alma pura. El que observa la ley consigue
concentración del alma, y con la concentración del alma se aclara la sabiduría,
y esta conduce al hombre a la Iluminación.
Estas tres ciencias son el camino hacia la
Iluminación y por no seguirlo los hombres han venido acumulando la inquietud
del alma por tanto tiempo. Es necesario mantener la paz con los hombres,
purificar el alma con la concentración silenciosa, y alcanzar la Iluminación de
forma natural.
3. El estudio de las tres ciencias nos revela
también los ocho nobles caminos, los cuatro puntos dignos de consideración, las
cuatro conductas correctas, las ocho
facultades del poder y los seis pasos del esfuerzo correcto.
Los ocho caminos nobles son:
correcta visión de las cosas,
correcta aspiración,
palabras correctas,
conducta correcta,
vida correcta,
esfuerzo correcto,
pensamientos correctos y
concentración correcta.
La correcta visión de las cosas es comprender
claramente las cuatro verdades, de creer en la ley de la causa, condiciones y
efecto, y no tener una visión errónea.
La aspiración correcta significa no codiciar,
ni ser avaro, no tener ira ni deseos de dañar.
Las palabras correctas significan: no mentir,
no hablar en vano, no hablar mal y no engañar.
La vida correcta significa no hacer cosas que
sean vergonzosas como persona.
El esfuerzo correcto significa esforzarse
continuamente hacia un fin correcto.
El pensamiento correcto significa tener la
conciencia clara y limpia y reflejarla en el alma.
La correcta concentración es no tener un fin
erróneo, concentrar correctamente el alma y estar en perfecto silencio para
alcanzar la Sabiduría.
4. Los cuatro puntos dignos de consideración
son los siguientes:
Considerar que el cuerpo es impuro y no
sentir apego por él.
Considerar que todos los sentimientos son las
causas de los sufrimientos.
Considerar que el alma nunca se detiene y es
siempre mutable y eterna.
Considerar que todo existe como efecto de
unas causas y unas condiciones, por ello todo cambia eternamente.
5. Las cuatro conductas correctas son:
Evitar el mal antes que nazca.
Eliminar el mal que ya tenga vida.
Ayudar a surgir el bien que este por nacer.
Ayudar a crecer el bien que ya tenga vida.
6. Las cinco facultades del poder son:
Creer.
Hacer esfuerzos.
Enderezar el pensamiento.
Concentrar el alma.
Tener sabiduría clara.
Estas cinco fuerzas son necesarias para
alcanzar la Iluminación.
7. Los seis pasos para el esfuerzo correcto
son: el paso de la caridad, de la conducta, de la perseverancia, del esfuerzo,
de la concentración del alma y de la Sabiduría. Con la práctica de estos seis
pasos uno puede cruzar de esta orilla de la inquietud a la otra orilla de la
Iluminación.
La práctica de la caridad elimina el apego;
el ascetismo corrige la conducta;
la perseverancia controla el alma fácil de
irritarse;
el esfuerzo elimina la pereza del alma;
la concentración tranquiliza el alma confusa;
y
la Sabiduría aclara la oscuridad y la necedad
del alma.
La caridad y el ascetismo son como los
cimientos de un castillo. Son las bases de la práctica. La perseverancia y el
esfuerzo son los muros que protegen de los enemigos externos. La concentración
y la sabiduría son las armas que nos guardan de la vida y de la muerte. Es como
enfrentarse al enemigo perfectamente protegido con casco y armadura.
Dar limosna al que pide es una obra de
caridad, pero no es la mejor. Dar limosna por iniciativa propia es la verdadera
obra de caridad. Tampoco dar limosna de vez en cuando es la mejor obra de
caridad, dar siempre es la verdadera.
El que da limosna y luego se arrepiente, o el
que se siente orgulloso, no obra con la mejor caridad. La verdadera obra de
caridad es la de aquel que se alegra de haber dado una limosna, se olvida del
“yo” que da la limosna, de la persona a quien dio y de que cosa dio.
La correcta obra de caridad es no tener idea
de los “mío” de lo "suyo”. No mirar lo que se da, ni desear recompensas.
Desear con el alma caritativa y pura que todos entren en la Iluminación, y dar
no sólo la fortuna sino hasta la vida misma.
Hay siete clases de ofrendas que pueden ser
practicadas aun por quienes no poseen riquezas.
La primera es la ofrenda física, que es
ofrendar sirviéndose de su cuerpo, de la cual lo máximo es ofrecerse a sí
mismo, como veremos en el siguiente párrafo.
La segunda es la ofrenda espiritual que es
ofrendar el corazón a otros seres.
La tercera la ofrenda de los ojos, que es
ofrendar una mirada calurosa a otros seres para infundir tranquilidad.
La cuarta es la ofrenda de la expresión
facial que es ofrendar una sonrisa suave a otros seres.
La quinta es la ofrenda oral que es dirigirse
a todos con palabras dulces.
La sexta es la ofrenda del asiento que es
ofrendar su propio asiento a otros seres.
La séptima es la ofrenda de hospitalidad que
es ofrecer hospedaje en su propia casa al que busca albergue.
Estas siete ofrendas pueden ser practicadas
por cualquiera en la vida diaria.
8. Había una vez un príncipe llamado Sutta.
Un día fue con sus dos hermanos mayores al bosque a jugar. Allí vio a una
tigresa que, desesperada por el hambre, estaba por comer a sus siete
cachorritos.
Los dos príncipes mayores escaparon llenos de
miedo. Sólo el príncipe Sutta, queriendo salvar a los siete cachorros trepó una
pared de roca y se tiró a los pies de la tigresa para saciarle el hambre con su
propio cuerpo.
El alma del príncipe Sutta sólo aspiraba a
encontrar el Camino. “Este cuerpo mío es frágil y mutable. Hasta ahora no he
sabido hacer una obra de caridad. No he sabido más que amarme a mí mismo. Ahora
debo ofrecerme para alcanzar la Iluminación.” Con esta decisión se entrego a la
tigresa.
9. Hay aquí cuatro cosas que tiene que
practicar el alma del que busca el Camino: la misericordia, el amor, la alegría
y la ecuanimidad. Con la misericordia se elimina la codicia; con el amor se
elimina la ira; con la alegría, el sufrimiento; y con la ecuanimidad se olvida
la diferencia entre la amistad y la enemistad.
Es una gran obra de misericordia eliminar lo
que a los hombres no produce felicidad ni goce. Es una gran alegría tratar a
todos con alegría. Es una gran obra de amor dar a los hombres la felicidad y el
goce. Es una gran ecuanimidad ser imparcial con todos y con todo.
De esta forma hay que ayudar a desarrollar
estas cuatro almas:
de la misericordia,
del amor,
de la alegría y
de la ecuanimidad,
y eliminar del alma la codicia, la ira, el
sufrimiento y la diferenciación entre amor y odio.
Lo malo del alma es tan difícil de eliminar
como un perro que cuida la casa, y lo bueno es tan fácil de perder como un
ciervo que cruza corriendo el bosque. Lo malo del alma es tan difícil de
eliminar como las letras escritas en la piedra, lo bueno tan fácil de borrar
como las letras escritas en el agua. Por eso la práctica del Camino es algo
verdaderamente difícil.
Dijo Jesús:
No son los que me dicen: "Maestro, Maestro", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".
Mateo 7. 21; 24-27 y Lucas 6. 46-49
En esto
consiste el juicio:
la luz vino al
mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz,
porque sus obras
eran malas.
Todo el que
obra mal odia la luz y no se acerca a ella,
por temor a que
sus obras sean descubiertas.
En cambio, el
que obra conforme a la verdad se acerca a la Luz,
para que se ponga
de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Juan 1. 19-21
Juan 1. 19-21
Le enviaron
después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus
afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres
sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas
en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el Camino de
Dios. Marcos 12.13 y Lucas 20.20
No juzguen, para no ser juzgados. Porque con
el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan
se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu
hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu
hermano: "Deja que te saque la paja de tu ojo", si hay una viga en el
tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para
sacar la paja del ojo de tu hermano.
No den las cosas
sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las
pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.
Todo lo que
deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la
Ley y los Profetas.
Entren por la
puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y
estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.
Mateo 7. 1-6, 12-14