La Naturaleza del Hombre

II
La Naturaleza del Hombre

1. Es muy difícil la naturaleza del hombre. Es como la maleza que no descubre ni siquiera la entrada. A comparación de esto, la naturaleza de los animales es mucho más tangible. Se clasifican en cuatro grupos a los hombres según sus características principales.

Primeramente, el que se martiriza a sí mismo. Este recibe una enseñanza errónea y practica la austeridad.
Segundo, el que hace sufrir al prójimo, mata a los seres vivientes, roba, comete crueldades.
Tercero, el que sufre y hace sufrir a los demás.
El cuarto, es el que no sufre ni tampoco hace sufrir; vive en completa paz porque ha alejado de si todos los deseos; sigue las Enseñanzas de Buda y por eso no mata ni roba; es el que actúa con pureza de alma.

2. También hay una clasificación que divide a los hombres en tres grupos: hombres que son como letras escritas en roca, hombres que son como letras escritas en la arena, y hombres que son como letras escritas en el agua. Los del primer grupo se enfadan con facilidad y su ira perdura por largo tiempo, como las letras escritas en una roca.

Los del segundo grupo se enfadan con facilidad pero, como letras escritas en la arena, la ira se borra con rapidez. Los del tercer grupo, como cuando se escriben letras en el agua que corre y no deja forma, aunque escuchen palabras desagradables no dejan huellas en el corazón y su alma está siempre pura y tranquila.

También hay otra clase de hombres. Primero, los que tienen un carácter fácil de descifrar; son orgullosos, poco conscientes de lo que hacen y no tienen tranquilidad. Segundo, los que tienen carácter difícil de descifrar; son silenciosos y muy atentos en las cosas; saben reprimir sus deseos. Tercero, los que tienen un carácter imposible de descifrar; son los que han exterminado los deseos.

De esta manera, hay muchas formas de clasificar  las personas, pero la verdad es que el carácter de los hombres es muy difícil de entender. Solamente Buda lo entiende y enseña a los hombres según el carácter de cada uno.


III
La Vida del Hombre

1. Hay una alegoría que se refiere a la vida. Un hombre bajaba en un bote por un rio, arrastrado por la corriente. Otro le grito desde la orilla; “no bajes contento por la corriente. Rio abajo el agua está revuelta, hay remolinos peligrosos y, escondidos entre las rocas, están los cocodrilos y los demonios. No sigas bajando por la corriente que has de morir”.

En esta alegoría, la corriente del rio es la vida de los placeres; bajar alegremente es sentir apego a la vida; el rio revuelto significa la vida dominada por la ira y los sufrimientos; el remolino es el placer del deseo; las rocas en que viven los cocodrilos y los terribles demonios es la vida mundana destrozada por los pecados; el hombre de la orilla, Buda.

Hay otra alegoría. Un hombre escapó de cometer un crimen. Perseguido por la justicia encontró a su paso unas fieras de las que volvió a escapar. Y ya sin posibilidades de salvación vio bajo sus pies un viejo pozo en el que pendía una rama de glicinia. Decidió esconderse dentro del pozo y se colgó de la rama, pero vio a sus pies en el fondo una serpiente esperándole con la boca abierta. No teniendo otro remedio se quedó colgado de la rama. Empezaron a dolerle las manos y parecía que se le zafaban. Además aparecieron dos ratones, uno blanco y otro negro, que comenzaron a roer la rama.
Temía ser comido por la serpiente cuando sus manos ya no resistieran más o cuando los ratones acabaran de roer la rama. En eso, levantó la cabeza y vio que desde un panal de abejas empezaban a caer dulces gotas de miel en la boca. El hombre, olvidando su peligrosa situación, se extasiaba con la miel.

En esta alegoría, el hombre significa la soledad en que nacemos y morimos. Los perseguidores, las fieras y la serpiente son el cuerpo, origen de todos los deseos; la rama de la glicinia en el pozo es la vida del hombre, los ratones blanco y negro son los meses y los años que pasan; y las gotas de miel son las satisfacciones de los deseos mundanos.

4. Un día preguntó Yama a un pecador que cayó en el infierno después de muerto por haber actuado con maldad en la vida. “¿Cuándo tú estabas en el mundo no te encontraste con los tres angeles?” “No, mi señor, no me he encontrado”.

“Entonces dime, ¿has visto, acaso, hombres tanteando con sus bastones con la espalda encorvada por los años?” “Si, mi señor, esa clase de ancianos la he visto a menudo”. “Y tú no has reconocido en el anciano un mensajero celestial enviado para avisarte que tú también envejecerías y que tenias que hacer pronto el bien. Por eso te encuentras pagando tus pecados”.

¿No has visto algún enfermo sin poderse levantar, tan demacrado que induce a desviar la vista del que lo mira? “Sí, gran señor, estos enfermos los he visto”. “Y tú viendo el ángel dentro de esos enfermos, ¿no pensaste que tampoco eres inmune a la enfermedad? Por eso estas en este infierno. Porque no los tomaste en cuenta.”

¿No has visto, acaso, a tu alrededor, hombres muertos?, ¿y la tristeza de los hombres que lloran a los muertos? “Sí, gran señor, muertos he visto muchos en mi vida? “Y tú, viendo el ángel que advierte a los hombres sobre la fatalidad de la muerte, no pensaste en la muerte y descuidaste de hacer el bien, y por eso estás recibiendo ahora el castigo. De acuerdo a lo que hayas hecho, recibes luego el pago a ello”.


IV
La Realidad de la Vida Humana

1. Los hombres de este mundo son egoístas y no saben amar y respetar al prójimo. Además pelean por necedades y viven, trabajando sólo para ellos mismos, envueltos en el mal y el sufrimiento.

Los ricos, los pobres, los de clase alta y baja, sin diferencia, todos sufren por la riqueza. El que no tiene sufre porque no tiene, el que tiene porque tiene. Todos mantienen ocupada la mente con deseos insaciables y no tienen ni un momento de calma.

El rico, si tiene tierras se inquieta por ellas, si tiene casa se inquieta por ella. Se inquieta porque siente apego a todas las cosas existentes. Si les sucede una desgracia, si enfrentan una dificultad, si se le quema algo o le roban y se queda sin nada, sufre tanto que hasta llega a perder totalmente su tranquilidad. Además, el tiene miedo a la muerte y está preocupado en distribuir sus riquezas. En efecto él muere solo y no hay nadie que le acompañe.

El pobre sufre por la insuficiencia. Desea casa, tierras y quemándose en este deseo sin fin, termina cansado de alma y de cuerpo. Por ello sin poder continuar viviendo, hay quienes mueren sin haber completado su vida.

Parece que todo el mundo está contra él. También su largo camino hacia la muerte es solitario y sin ningún acompañante.

2. Hay cinco males en este mundo. El primero es la lucha que existe entre los hombres y hasta en los más pequeños insectos. Los fuertes atacan al débil, el débil engaña al fuerte. Todos pelean y se hieren entre sí.

El segundo mal es la falta de observación del camino correcto entre el padre y el hijo, entre los hermanos, entre los esposos, entre los parientes. Cada uno piensa sólo en sí mismo y en satisfacer sus propios deseos. Se engañan entre sí y no hay sinceridad porque la boca no dice lo que piensa la mente.

El tercer mal es la envidia y el celo que sienten todos los hombres. Todos tienen pensamientos y deseos impuros. No existen relaciones correctas entre el hombre y la mujer y por esa razón se producen disputas, peleas, injusticias y malos actos.

El cuarto mal es que los hombres se olvidan de hacer el bien entre ellos. Actúan con maldad, con mentiras, maledicencias, necedad, doblez y se ofenden entre sí. No saben respetarse y piensan que sólo ellos son los más importantes y los más grandes. No sienten remordimiento ofendiendo a otros.

El quinto mal es que los hombres desatienden su deber de hacer el bien. Olvidan los favores recibidos, no cumplen con sus obligaciones, se dejan llevar sólo por los deseos, causan molestias a los demás y llegan luego a cometer terribles pecados.

3. Los hombres deben amar y respetar al prójimo y ayudar a otros en sus dificultades, pero lo que hacen es pelear y odiarse por unos pocos intereses. No saben que por muy pequeño que sea el motivo, con el tiempo crece y se agrava la rencilla.

Las rencillas de este mundo, aunque dañan a las dos partes no llegan enseguida a la perdición. Pero el veneno queda, el odio se acrecienta, la ira marca profundas huellas en el alma, y hasta después de la muerte, hasta después de la reencarnación, sigue hiriendo.

El hombre viene a este mundo de la codicia y de la lujuria, completamente solo y muere completamente solo. Viene y se va en completa soledad. No hay quien reciba por él el castigo de la vida futura; sólo a él le toca sufrirlo.

El bien y el mal tienen pagos diferentes en la otra vida. El bien es pagado con la felicidad y el mal con el dolor según la ley de la causa y del efecto. Cada hombre debe cargar con sus pecados y seguir solo el camino decidido en pago a sus propios actos.

4. El hombre, esclavizado por los lazos del amor y del placer se enfrasca en su dolor y, a pesar del paso de los meses y los años, no logra deshacerse de su tristeza. Borracho por el deseo, se rodea de maldad, hace lo que le place, pelea con otros y no puede caminar por el sendero de la verdad. Muere antes de poder terminar su vida y sufre eternamente.

Esta conducta de los hombres está en contra de los principios de la naturaleza. Por eso trae ineludiblemente la infelicidad consigo. Los hombres tienen que sufrir en este mundo y en los que siguen.

Las cosas de esta vida son transitorias y cambian con mucha rapidez. No hay nada en lo que uno pueda confiar ni apoyarse. En estas circunstancias, indiscutiblemente, es lamentable que todos estén cautivos del placer.

5. Esta es la verdadera imagen de este mundo. Los hombres nacen en el sufrimiento y el mal es su conducta; no saben hacer el bien. Todo es para su provecho e ignoran lo que significa dar. Como consecuencia natural no pueden eludir el castigo de los sufrimientos.

El deseo mueve todas las pasiones y como resultado sigue el interminable sufrir.

El tiempo de lujo y apogeo no dura eternamente; pasa con rapidez. Entre los placeres de este mundo no hay nada eterno.

6. Los hombres deben dejar las cosas mundanas y buscar el camino cuando todavía están sanos y desear la vida eterna. ¿Qué otra felicidad y esperanza puede haber fuera de la búsqueda del camino hacia la Iluminación?

Los hombres no creen que si  actúan de acuerdo al bien, recibirán en pago el bien; si actúan de acuerdo al camino correcto lograran alcanzarlo. Tampoco creen que cuando den, recibirán la felicidad. Ignoran y no creen en todo lo concerniente al bien y al mal.

Tienen sólo ideas equivocadas. No conocen el camino, no conocen el bien, su alma está en oscuridad, no saben el por qué de la buena y la mala suerte, de la dicha y de la desgracia, se entristecen y lloran con solamente ver lo que pasa ante sus ojos.

Ya que todo es mutable, se puede suponer que ocurran cosas completamente contrarias. Sin embargo los hombres sólo saben entristecerse y sufrir por las cosas perecederas. No escuchan las Enseñanzas. El alma no piensa en el más allá, y ebria en el placer que tiene ante sí, se aferra a los deseos mundanos de la riqueza y la lujuria.

7. Es indescriptible la forma en que los hombres han venido sufriendo y penando en el mundo de la ilusión desde épocas remotas. Y aun en nuestros días, estas ilusiones no han  dejado de existir. Por eso, es una alegría muy grande para los hombres el haber escuchado las Enseñanzas de Buda y el haber podido creer en El.

Hay que meditar, alejar el mal, escoger el bien, y esforzarse diligentemente para estos fines.

Ahora que, afortunadamente, hemos podido oír las Enseñanzas, debemos creer en ellas y desear nacer en la Tierra Pura de Buda. Después de conocer a Buda, ningún hombre debe ser esclavo de los  deseos y del mal. Tampoco debe conservar esta Enseñanza para sí solo: hay que practicarla y transmitirla a los demás hombres.


Dijo Jesús

Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.  
Lucas 6.36-37

¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande".
Lucas 6.46-49

"Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe".
Lucas 7.6-7y9

No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener".
Lucas 8.16-18

Cuando uno enciende una lámpara, no la esconde ni la cubre, sino que la pone sobre el candelero, para que los que entran vean la claridad. Ten cuidado que la luz que hay en ti no se oscurezca. Si todo tu cuerpo está iluminado, sin nada de sombra, tendrá tanta luz como cuando la lámpara te ilumina con sus rayos".
Lucas 11.33-36

Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida". Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?". Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".
Lucas 12.16-21