Pasiones
I
Pasiones Mundanas
1. Hay dos clases de pasiones
mundanas que envuelven y cubren la naturaleza de Buda.
Una de ellas es la pasión de
la razón que impide el correcto juicio. La segunda pasión es la emocional,
mutable ante cualquier experiencia.
Todas las imperfecciones
humanas son causadas por los errores de la razón y por las decepciones del
sentimiento. Si buscamos su origen vemos que uno es la ignorancia y el otro es
el deseo.
La ignorancia y el deseo
tienen fuerza propia para originar todas las pasiones de la razón o del
sentimiento, y todos los sufrimientos.
La ignorancia es la
no-Sabiduría, el no saber correctamente la razón de ser de las cosas. El deseo
es un sentimiento muy fuerte que tiene como fundamento el apego a la vida. Es
un hambre constante por todo lo agradable que se ve y se escucha. Algunos
llegan hasta a desear la muerte.
De la ignorancia y del deseo
nacen las pasiones como la avaricia, la ira, la necedad, la equivocación, el
descontento, el rencor, la envidia, el egoísmo, el orgullo, la adulación, el
engaño, el desprecio y la insensatez.
2. La codicia nace cuando se
tiene ideas no correctas al ver algo atractivo. La ira nace cuando se tiene
ideas no correctas al ver algo que no satisface. La necedad nace por no saber
lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. La equivocación nace al tener
ideas erróneas escuchando falsas enseñanzas.
La codicia, la ira y la
necedad son los tres fuegos del mundo. El fuego de la codicia quema al hombre
que ha perdido su verdadera alma y se consume en los deseos. El fuego de la ira
quema a los hombres que, arrastrados por la cólera, dañan la vida de los seres
vivos. Y el fuego de la necedad quema a los hombres que no escuchan las
Enseñanzas de Buda y vagan por el mundo de la ignorancia.
Este mundo arde bajo varios
fuegos. El fuego de la codicia, el fuego de la ira, el fuego de la necedad, el
fuego de la vida, de la muerte, de la enfermedad, de la vejez, y el fuego de la
tristeza, la melancolía, el sufrimiento, el padecimiento y la desesperación.
Estos fuegos de los deseos no sólo queman a uno mismo, sino también a los demás
y los conducen a cometer pecados de cuerpo, palabra y pensamiento. Además el
pus que sale de las heridas producidas por esta quemadura envenena a los que se
acercan y los conduce por malos caminos.
3. La codicia viene de la
insatisfacción, la ira del descontento y la necedad de las ideas impuras. El
pecado de codicia no mancha mucho pero es muy difícil librarse de él. El pecado
de ira causa una mancha grande pero es fácil librarse de él.
Al ver algo que satisface hay
que recaudar lo que puede dar una verdadera satisfacción, y frente a las cosas
desagradables hay que hacer esfuerzos para fortificar el sentimiento de la
misericordia. Es menester apagar estos tres fuegos pensando siempre con
corrección. Si los hombres tuvieran sus almas llenas de pureza, justicia y
desinterés, no habría cabida para las tentaciones de los deseos.
4. La codicia, la ira y la
necedad son como fiebres. Cualquier hombre que tenga una de estas fiebres, por
más que esté recostado en una habitación amplia y hermosa, se sentirá sofocado
y delirará.
El que no tenga estas tres
pasiones, aun en una noche de crudo invierno podrá descansar plácidamente sobre
una cama de hojas secas. Y aun en una noche calurosa de verano, podrá dormir
tranquilamente en una habitación pequeña y cerrada.
Estas tres pasiones son el
origen de las tristezas y sufrimientos de este mundo. La observación de los
preceptos morales, la concentración y la Sabiduría eliminaran las causas de
estas tristezas y sufrimientos. La observación de los preceptos morales
eliminará las impurezas de la ira. Y la Sabiduría eliminará las impurezas de la
necedad.
5. Los deseos humanos no
tienen límite; es como beber agua salada que no quita la sed. El hombre nunca
se contenta y la sed se hace cada día más fuerte. Trata de satisfacer sus
deseos pero lo que ocurre es que aumenta el descontento.
Los deseos humanos nunca se
verán satisfechos. En ello está el sufrimiento de desear algo y no poderlo
obtener. Esta continua insatisfacción puede llevar a la locura.
Los hombres pelean por el
deseo, luchan por el deseo. El rey con el rey, el súbdito con el súbdito, el,
padre con el hijo, el hermano con el hermano, la hermana con la hermana, el amigo
con el amigo; todos luchan y se matan enloquecidos por los deseos.
Los hombres, por el deseo,
arruinan sus vidas, roban, engañan, adulteran. En algunas ocasiones son
capturados por los guardias y tienen que recibir fuertes castigos.
Por los deseos, los hombres
cometen pecados de cuerpo, palabra y pensamientos. Sufren en este mundo y
también después de muertos siguen padeciendo en el mundo de la oscuridad.
6. De todas las pasiones
mundanas, la lujuria es el rey. Las otras pasiones le siguen detrás.
La lujuria es una buena
tierra para que crezca la simiente de las pasiones. La lujuria es un demonio que
come y destruye todas las buenas acciones de los hombres.
El deseo carnal es una
serpiente venenosa que se oculta en una flor. Mata con su veneno al que se
deleita con avaricia de la flor del deseo. El deseo carnal es el parásito que
seca los árboles. Se enrosca en el alma de los hombres y consume todo el jugo
del bien. La lujuria es el cebo que pone el demonio para atraer a los hombres y
hundirlos.
7. La codicia, la ira, la
necedad y el orgullo son también cuatro flechas envenenadas que producen una
serie de enfermedades. Si las flechas fueran de afuera habría modo de
evitarlas, pero las flechas lanzadas de dentro no hay manera de detenerlas.
Cuando en el corazón existen
la codicia, la ira y la necedad, en la boca hay engaño, palabras necias,
maledicencia y doblez. Después seguirán robos, asesinatos y adulterios.
Los tres malos pensamientos,
las cuatro malas palabras de la boca y los tres actos malos del cuerpo hacen
los 10 males.
Cuando el hombre se
acostumbra a mentir, llegará a cometer toda clase de maldades. Para ocultar el
mal tendrá que mentir y después de haber empezado a mentir no sentirá más
remordimientos al repetir los malos actos.
El temor de los hombres viene
de la necedad. Las desgracias y las dificultades también vienen de la necedad.
La necedad es el veneno del mundo humano.
8. Los hombres actúan guiados
por los deseos mundanos y estos deseos originan sufrimientos. Las pasiones, los
actos y los sufrimientos forman un círculo vicioso que gira incesantemente.
En la rotación de este
círculo no hay principio ni fin. Los hombres no conocen la manera de escapar de
esta rueda de la reencarnación. Los hombres nacen en esta vida presente y en las
futuras sin cesar, porque la rueda de la reencarnación no para de girar.
Si se amontonaran todos los
huesos quemados de un hombre en su serie de vidas reencarnadas, se obtendría un
montón más alto las montañas, y si se reuniera la leche que el mismo hombre
mamó de su madre sería mayor que las aguas del océano.
Aún diciendo que en todos los
hombres existe la naturaleza de Buda, es tan hondo el fango de las pasiones que
no es fácil que salgan los brotes. Por ello el dolor es tan universal e
ilimitado como es el número de infelices.
Dijo Jesús
¿Por qué
ustedes no comprenden mi lenguaje?
Es porque
no pueden escuchar mi palabra.
Ustedes
tienen por padre al demonio y quieren cumplir los deseos de su padre.
Desde el
comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay
verdad en él.
Cuando
miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira.
Juan 8.43-44
Caminen
mientras tengan la luz, no sea que las tinieblas los sorprendan:
porque el
que camina en tinieblas no sabe a dónde va.
Mientras
tengan luz, crean en la luz y serán hijos de la luz".
Juan 20.35-36
Si tu
hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. 4 Y si peca siete
veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento",
perdónalo".
Lucas 17.3-4
"Cuídense
de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no
está asegurada por sus riquezas".
Lucas
12.15
No
hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada
árbol se reconoce por su fruto. El hombre bueno saca el bien del tesoro de
bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la
abundancia del corazón habla la boca.
Lucas
6.44-45
Este es
mi mandamiento:
Ámense
los unos a los otros, como yo los he amado.
Lo que yo
les mando es que se amen los unos a los otros.
Juan 15.12 y 17